El escritor es un gran amante de la música. No es un experto, pero sí un apasionado que le tiene mucha afición, como cree que ya ha dicho por aquí alguna vez.
Le viene de antiguo. Fue uno de los asistentes a aquel mítico concierto de los Rolling Stones en el Manzanares del año 82. Y se ha recorrido algunos de los templos musicales más importantes del mundo: desde Broadway en Nueva York, al Folies Bergère de París o al Teatro Bolshói de Moscú, cuando Moscú era otra cosa, claro. Sin embargo, nunca había ido a la ópera.
Hasta el otro día, en que le invitaron a asistir a Otello, de Giuseppe Verdi. Y en un sitio que no podía ser más especial para él: el Teatro Buero Vallejo de su tierra, de Guadalajara. El escritor recuerda la escena de la película Pretty Woman cuando Richard Gere lleva a Julia Roberts (una prostituta vulgar y medio analfabeta en la película) por primera vez a la ópera, quiere observar sus reacciones para saber si se ha enamorado o no de una persona especial. Julia Roberts se emociona de tal manera que empieza a llorar y Richard Gere la observa, conmovido también, dándose cuenta que ha encontrado a la mujer de su vida.
El escritor no llega a la intensidad de Julia Roberts, pero sí pasa un rato inolvidable con la obra, que recordará tanto como al mejor musical en el mejor teatro del mundo. Si no más. Solo la música es capaz de expresar de forma tan rotunda algunas emociones, y, si a esta le añadimos la literatura de Shakespeare, llegamos al no va más.
A la vuelta a Madrid, el escritor, ya obsesionado con el espectáculo, se acerca a ver el musical que dan en el teatro Apolo de la capital. Otra vez esa inundación de luz y color, de música en directo. De voces sin trampas ni cartón, que te rasgan el alma.
El escritor pasa unos días enfrascado en mil papeleos que tiene que resolver, con Hacienda, con su banco, con su pueblo de El Sauce Curvo. Mil papeleos, pero ninguno con su obra, que la siente estos días abandonada a su suerte. Es decir, frustración total. Acaba la semana agobiado y, para más inri, desde que decidió, al jubilarse en su empresa, presentarse disponible para todo, como un taxi con luz verde, le llueven compromisos por doquier, con sus hijos, con su familia, con compañeros y excompañeros, con otros escritores... En fin, si no fuera por la música con la que se acompaña día a día, acabaría de los nervios.
Hoy, por fin, respira. Retoma las lecturas y las labores de documentación que necesita para un día, no sabe ni cuándo, ponerse a escribir su nueva novela "Regreso al Sauce Curvo". Y este retraso en su tarea creativa también le agobia. Menos mal, que ha convencido a su mujer para fugarse ambos unos días junto al mar y desconectar. Sí, el mar le espera. Ese sitio literario y soñado para relajarse y dejarse envolver en su paleta de azules y verdes que le enamora.
Ya solo faltan unos días. Mientras lee para su novela, escucha a Amaral y esa canción tan especial que dice: "Y ahora sé que no es azul / la sangre que corre por mis venas. / Y ahora sé que el día que yo me muera, / me tumbaré sobre la arena, / y que me lleve lejos / cuando suba / la marea...". https://www.youtube.com/watch?v=Xq5v6EuW9WA
Ah, la música, el mar...
Ya falta poco.
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