miércoles, 31 de mayo de 2023

¡POR FIN!

 




Al escritor le gustaría disponer del cien por cien de su tiempo para dedicárselo a su obra. A concebirla, a alumbrarla, a pulirla, a darla a conocer... Todo el tiempo es poco para su obra.

Pero el escritor tiene obligaciones, y se ha de ocupar de mil cosas. Las cosas dan su trabajo. El escritor ha cambiado de ordenador, el viejo Mac con el que ha escrito prácticamente todos sus libros, y todos sus guiones, ya no podía más. Ha sido doloroso cambiarlo. ¡Tantos recuerdos, tantos momentos sentado enfrente de él! Pero aparte de la nostalgia, cambiar de ordenador en un escritor es algo tremendamente complicado. No puede perder los borradores de todas sus obras, ni la infinidad de proyectos que ha empezado y que están esperándolo. Ni tampoco los miles de fotos que ha hecho para documentarse o simplemente para conservar su recorrido vital de los últimos lustros. Todo hay que pasarlo con cuidado al nuevo ordenador, organizarlo de nuevo. 

El escritor también tiene familia. Y amigos. Y conservar a la gente que quiere también requiere su tiempo. Y qué decir de sus finanzas, de sus gestiones, de sus impuestos, de sus pequeñas posesiones. A veces el tiempo se conjura para abducirlo en otras cosas y dejarlo sin hora alguna para dedicarse a lo que más le atrae: su obra.

Pero por fin ha llegado el momento. El escritor se ha plantado ante todo y ante todos y mañana, uno de junio, jueves, empezará, ¡por fin!, Lejos del Sauce Curvo. Tiene unas inmensas ganas. Siente el bulle bulle volcánico de otras veces en su interior. La lava le asciende y ha de verterla en el papel.

Escribirá, como siempre, el principio y el final. Y, entre ellos, navegará al libre albedrío que le dicten sus personajes, respetando, eso sí, una mínima estructura, que ya tiene, a su lado, en un papel.

A cinco páginas por día, sin dejar ni uno, esto último es muy importante, en dos meses tendrá 300 páginas: una novela completa, en su primer borrador.

Se he dejado una semana, una sola, de colchón. Porque, el día ocho de agosto, se va con su familia de vacaciones a Singapur y Malasia. Y le han prohibido terminantemente llevarse consigo ni ordenador ni manuscrito alguno. La única forma de no hacerlo es haber terminado antes la primera versión de su novela. ¡Dios le ayude! Se enfrenta otra vez al siempre ímprobo esfuerzo de escribir 75000 palabras, un poco más viejo y un poco más cansado, pero siente que la ilusión por este libro no ha decaído un ápice.

Así que se pone a ello en cuerpo y alma, aunque no ha conseguido quitar de su agenda no pocas obligaciones que sí o sí tiene que atender. Pero, ya sueña con llegar al ocho de agosto con los deberes cumplidos y poder descansar del esfuerzo.  Y, también, enseñarle a su familia la ciudad donde nació "El día que fuimos dioses"... para el escritor todos los caminos le llevan a su obra.

 "¡En fin! ¡Cumplamos con nuestro destino!", se dice, enamorado. Mientras apaga su nuevo ordenador y se marcha a dormir, para mañana estar muy despierto y productivo. ¡Que así sea!

martes, 23 de mayo de 2023

VIAJE A JORDANIA





Acabo de regresar de este país, pequeño, pobre y joven, como lo definió nuestro guía jordano, un tipo peculiar y entrañable y, sobre todo, cariñoso y servicial, como yo creo que son, en general, sus gentes. Un país desértico como pocos, al que, sin embargo, da su nombre el río Jordán.
Ordenaré, con tiempo, todos mis apuntes, pero así, a vuela pluma, puedo anticipar que no defrauda a sus visitantes. Como digo, la gente es encantadora, despliega un amor a sus turistas como aquella España de los sesenta y setenta, orgullosa de enseñar sus tesoros que no son pocos en Jordania. Máxime, tras dos años de pandemia, donde lo han pasado tremendamente mal.
Es el país acogedor por excelencia de Oriente Medio: con centenares de miles de refugiados palestinos, también sirios e iraquíes, con todos ellos hace frontera. Tal vez por ello lo he encontrado un país tolerante que lucha por actualizar sus tradiciones: muchas chicas conduciendo con desparpajo por sus calles, pocos velos y una hacendosidad que se percibe por doquier.
Por historia, por arte, por monumentos, por paisajes, su riqueza es extraordinaria. El turista regresa con la mente inundada de tradición, de exotismo, de antigüedad y de ese perfume íntimo que solo lo da lo auténtico.
Gerasa te lleva al esplendor de la gran civilización romana, Betania a los recodos del Jordán, ya solo un riachuelo, poco mayor que el Manzanares, donde Juan el Bautista bautizó a Jesús y donde mucha gente se bautiza hoy en día sumergiéndose en él como si de un pequeño Ganges se tratara. El Mar Muerto, con el Jordán moribundo, muere cada día un poco más. Ya está a cuatrocientos metros bajo el nivel del mar, encogiéndose cada día que pasa. Nosotros nos dimos sus barros y sus pócimas buscando la eterna juventud, que también se nos muere, mientras sus aguas, calmas como pocas, nos miraban con tanto cariño como escepticismo.
Petra es un fogonazo abrasador y luminoso del que no te recuperas. Caminas por su desfiladero con el alma encogida de misterio. Estremeciéndote por si los nabateos salen de nuevo de sus tumbas y te expulsan a flechazos de su valle, como debieron hacer miles de veces con quienes osaban invadirlo. La Puerta de los Tesoros te espera, como faro capital de la Ciudad Rosa.
Los beduinos fundaron Jordania, ya solo quedan unos diecisiete mil, según nos dicen. Sus jaimas se ven, dispersas, por los paisajes rocosos y arenosos que rodean al Desierto Rojo. El que dicen es el más bello del mundo: el Wadi Rum. Ahora conducen veloces 4x4, donde los turistas nos subimos y juegan con nosotros en una carrera alocada donde el viento y las dunas nos hacen niños de nuevo como si de un parque de atracciones se tratara.
Un tren desvencijado y desconchado apenas se mantiene sobre una vía vetusta. Son algunos vagones del Hiyaz, aquella vía férrea que pretendía unir el Gran Damasco con La Meca y que fue abortada por Laurence de Arabia y por los propios beduinos que no digieren bien que nadie cruce sus desiertos. De repente, el tren se pone en marcha echando un humo negro y denso, como los del Far West. Los beduinos se acercan en camellos y rememoran cómo lo atacaban hace décadas. El tren ya no cruza el desierto, es verdad, pero las jaimas de lujo para turistas ricos que desean dormir con las limpias estrellas sobre sus cabezas empiezan a inundar el paisaje. Las placas fotovoltaicas y los molinillos de viento acechan también por los alrededores.
Sí, Jordania es un país joven, pequeño y pobre. Y para progresar tiene que vender un poco de su alma al diablo. Como todos.
A mí me gusta este país. Le faltan muchas cosas. Pero en él me doy más cuenta de aquellas que nos sobran a nosotros. Tiene la alegría en sus niños, que nos rodean con toda la curiosidad del mundo, que ya no logramos recordar nosotros, cargados de tantos souvenirs y de todas las obligaciones que nos esperan, acechantes, a la vuelta.


ALGUNAS FOTOS:





En la Puerta de los Tesoros de Petra.




En el castillo de Shobak. Con unos niños beduinos, que acampaban junto con sus padres y otros seis hermanos en su jaima, en los alrededores del castillo, amables pero enhiestos y orgullosos, con un pelo y unas pestañas tan negras como nunca he visto.






Mi chica en el desierto de WADI RUM y junto al tren de la antigua vía del HIYAZ.





martes, 9 de mayo de 2023

UN VIAJE EN AUTOMÓVIL

 No hay nada más agradable que dejarse llevar. Como el agua del río, que discurre por el cauce a impulsos de inercia y de espuma. Como las nubes, cuyo destino es pasar, creando esas figuras gorditas, gigantes y, sobre todo, fugaces, que adornan por momentos el artesonado del cielo.

 El automóvil corta el viento y separa el mundo en dos mitades: la tuya y la mía. O quizá, es sólo la cremallera que engarza nuestras dos realidades para siempre. Aunque nunca es para siempre, ¿verdad? Pero quién sabe.

 Miro tu perfil mientras conduces. Tus manos firmes al volante, controlando nuestro destino. Las mismas que anoche se colgaban de mi cuello como alegres enredaderas. Tu pelo descansa tranquilo sobre tus hombros en ese elegante bucle. Yo sé que en la oscuridad es sólo un nido de susurros, un bosque cálido donde se pierde mi aliento.

 Y las nubes pasan, sí, son como un palio alto y hermoso, bajo cuya bóveda inocente nosotros paseamos nuestro amor. Hay un oleaje verde y dorado que acuna las orillas. Y, cuando cruzamos el río por el puente, un destello luminoso nos hace ese guiño que señala a los elegidos del momento, a los que pasan por allí. Y, sobre todo, a los que son capaces de verlo.

 De repente suena en la radio una canción antiquísima que, curiosamente, habla sólo de hoy. Con esos acordes cadenciosos que se sobreponen al ruido del motor y que hacen que tú te gires y me dediques esa sonrisa, única en el mundo, «El día que me quieras…»



 

Acabo de venir de un viaje a la costa. Reparador y estimulante. En muy buena compañía. Quería escribir unas líneas sobre ello pero, como seguramente les ocurre a otros escritores con una amplia obra ya, algo que escribiste hace años toma cuerpo de nuevo en la experiencia presente. Y eso es lo que me ocurre. Así que aquí os he dejado este "Viaje en automóvil" que fue publicado por la Editorial Alhulia en 2014 para la antología "Los mejores 101 momentos de amor". 

Alguien dijo que el mayor premio de los viajes, de los buenos viajes, es la satisfacción del retorno a casa. 
Y así es, descansado y con la mente dispuesta a nuevos proyectos. ¡Vamos a ello!


lunes, 1 de mayo de 2023

FELICES SESENTA

 

Aunque lo parezca por el título, no voy a hablar de aquella década a la que recordamos con nostalgia, porque, para los de nuestra generación, coincidió con nuestra niñez  y porque alimentó nuestra mente para siempre con aquella explosión de la música popular: los Beatles, los Rolling, y en España: el Dúo Dinámico, los Brincos, Karina o Julio Iglesias. 

Escribo de algo mucho más importante y estimulante para esta generación de la que hablo y para todas las que van detrás de nosotros: tras un estudio que se ha alargado en el tiempo durante más de ochenta años, la prestigiosa Universidad de Harvard ha llegado a la conclusión de que es a los sesenta, precisamente, cuando en general la gente es más feliz.

Cuando leí la noticia me sentí el hombre más dichoso del mundo, quizás sin darme cuenta de que ya lo era, según el mencionado estudio. Pero está bien que nos lo recuerden de vez en cuando. Es estimulante y te eleva la autoestima que, con los años, tiende a flaquear, y te aumenta las ganas de vivir y de ir envejeciendo lo mejor posible. 

¿Y a qué se debe esto? Dice esta concienzuda investigación que cuando llegamos a la vejez, o sus aledaños, "somos emocionalmente más sabios y esa sabiduría nos hace florecer". Nuestro cerebro da más valor a lo positivo y deja de enredarse en lo complicado y negativo que, a veces, nos atrae como un imán en nuestra juventud.

Sí, pero tus facultades ya no son las mismas, iba yo a contrareplicar, pero hete aquí que, sin darme respiro, las buenas noticias me atacan hoy por todos los lados como si de una formidable alianza contra el escepticismo y el pesimismo se tratara: según el director de medicina de la Universidad George Washington, a pesar de que el cerebro de una persona en los sesenta ya no es tan rápido como en la juventud, funciona de forma mucho más armoniosa, pudiendo trabajar a la vez por fin los dos hemisferios del mismo. Por ello, con la edad, es más probable que tomemos las decisiones correctas y estemos menos expuestos a las emociones negativas que frustran nuestra felicidad.

¡Toma del frasco, Carrasco! Ya no hay excusas para cumplir años con ilusión y empuje. De hecho, este señor de Washington, del que desconozco su nombre y su dirección, por eso no le envío un regalo ya mismo, indica que las labores creativas resurgen con fuerza a los sesenta, debido a una sustancia que se acumula en el cerebro, llamada mielina, que facilita la comunicación entre las neuronas, lo que produce un incremento del rendimiento intelectual del 300%.

Cuando todavía no me había recuperado de estos dos abrazos de positivimo y optimismo recibo un whatsapp de un amigo informándome que el profesor Moncho Uri, de la Universidad de Montreal, en Canadá, ha demostrado que el cerebro de una persona mayor elige el camino que menos energía consume, corta lo innecesario y deja solo las opciones correctas para resolver el problema. Tras un estudio en el que participaron personas de diversas edades se pudo comprobar que los jóvenes se confundieron mucho al pasar las pruebas, mientras que los mayores de sesenta tomaron las decisiones correctas.

Henchido de ilusión, cojo con ímpetu el proyecto de mi novela "Lejos del sauce curvo", que no acababa de empezar y, lo que hace la autoestima, me han brotado un par de personajes y varias situaciones nuevas llenas de enjundia. Acabo en dos martillazos la declaración de la renta, que tenía enquistada con un problema irresoluble y miro por la ventana y percibo la primavera que entra en mi despacho con una luminosidad nueva.

Así que, no lo duden, gritemos alto y fuerte: ¡Felices sesenta! ¡La vida se relanza ahora!



Para: MIL PALABRAS PARA ENVEJECER BIEN.