Bajo el rumor leve de las altas acacias, juegan los niños en la calle larga.
Y sube, lento, el rubor de la ida inocencia, de la perdida gracia. Dónde
quedan los valles verdes, dónde la orilla blanca. Hoy me encuentro rendido
y solo, con el mar adentro y el oscuro pozo.
Derrotada el alma y vencida la vida, solo el rumor cercano de las olas muertas,
solo el eco lejano de las olas vivas, a mí me acompaña.
"El día que fuimos dioses". Página 283. Editorial Alhulia/Fco. Rodríguez Tejedor 2011