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jueves, 31 de enero de 2013
EL FINAL
En el principio nació la vida y con ella el tiempo. La vida no
existe sin el tiempo y mucho menos el tiempo sin la vida. La vida
y el tiempo crearon una casa, un humilde hormiguero, donde la
hormiga pasa un tiempo, es decir una vida. En el jardín de la casa
del tiempo y de la vida crece una extraña y misteriosa flor, el cuidarla
y cultivarla es la única misión que tiene la hormiga. Cuando
esa flor florece el tiempo y la vida no pasan y la hormiga piensa
que su casa es el sitio más bonito del mundo. Cuando esa flor se
agosta o se malcría o, simplemente, se muere, dicen que se muere
el amor, pero al fin es el tiempo y la vida que terminan / aunque
la vida y el tiempo continúen / recorriendo día a día su jardín / y
llorando por todas sus esquinas.
Álvaro Artola se inclina sobre la balaustrada del Sea and Sky
Dreamer y mira al mar.
—¿Por qué no aquí y ahora? Estas aguas fueron navegadas y
dominadas durante muchos años por los venecianos. ¡Venecia!
Ah, Venecia, Venecia... Anegada siempre en agua. La cuna del
Renacimiento.
Se queda con esta última palabra que coincide con lo que él
lleva dentro.
—Para que algo renazca primero tiene que morir y dónde mejor
que en el mar, cuando empieza el día. El mar, que un día lejano
nos alumbró, nos va recogiendo ahora, a todos sus hijos,
que regresamos vencidos y, tal vez, fecundos. Como a Fio Yaram,
como a mí mismo.
Abrázame, padre eterno / que ya no puedo con mi estrella.
/ Abrázame, padre bueno / y quítame el alma, que me pesa. /
Déjame que repose, otra vez, en tu sueño. / Déjame que me duerma,
otra vez, contento...
Entonces Álvaro cierra los ojos y se deja caer al vacío con
los brazos abiertos, como un pájaro. Algún día fuimos aves o,
solo peces voladores que, luego, más tarde, conquistaron la tierra
firme.
Cuando entra en el agua, fría pero estimulante, siente que regresa
a un mundo que ya conoce. Abre los ojos mientras desciende
y la luz se va apagando lentamente, allá arriba. Pronto,
en la oscuridad más absoluta, él se dormirá en el regazo marino
para descansar de su intenso viaje. Luego, se irá deshilachando
en pequeñas briznas de vida, cada vez más diminutas, hasta disolverse
enteramente en la corriente de energía que navega entre
las aguas.
—¿Recordará algún niño la luz de mi sonrisa / cuando me
haya ido? / ¿O, tal vez, susurrará mi nombre la brisa / cuando
mueva los geranios, hasta alcanzar tu oído? ¿Notará alguien en
su corazón / como un latido extraño / un lejano eco / un poco
de vacío? ...
http://www.youtube.com/watch?v=xbq9O0uD2jI
EL DIA QUE FUIMOS DIOSES/Página 145 y siguientes. /Francisco Rodríguez Tejedor)