sábado, 8 de febrero de 2020

NI UN SOLO DÍA





Tus recuerdos me llueven
con la misma alegría
con la que jugaba de niño,
a tu lado,
y con la misma pena que causa
ese pasado evanescente
que rellena de íntimo dolor
 el hueco en el que ya no estás.

Todo lo que soy es porque ya lo tuve antes.
Y solo sigo el camino que me señalaron tus ojos.
 Algún día, quizás un momento antes de morirme,
descubriré el secreto de esa conexión
que me cosiste en las entretelas del alma.
Ese pálpito íntimo y trascendental
que bombea al unísono nuestros dos corazones
 y que latirá, infantil y alegre,  otra vez,
un solo segundo antes
de que vuelva a verte.

Mientras tanto percibo la fragancia de tu presencia
hecha de lavanda, de hierbabuena  y de tomillo.
Y me estremece la suavidad de tu pelo.
Y el cálido abrazo de tu pecho,
que es el sitio donde el mundo
se hace acogedor
 y bueno.

Donde yo me duermo
entre almohadones de estrellas
y susurros de cuentos
que siempre terminan bien
mientras, entre sueños, adivino tu sonrisa,
mágica y entrañable,
 siempre a mi lado,
que me protege
de las telarañas de lo desconocido.

Y me vacuna también contra la desmemoria,
esa neblina con la que corroe el tiempo,
para que yo no te olvide nunca
ni deje de recordarte,
ni de verte,
ni un solo día.




Escrito en el día de tu cumpleaños, para el blog