miércoles, 8 de abril de 2020




Si tú no estuvieras un día
volvería a ser pasto de esa nada
que se recrea en los inhóspitos desiertos
que yo tanto conocí,
antes de que apareciera tu sonrisa,
con su cálido antídoto contra la soledad
y la desesperanza.

Te convertiste en mi lanza y en mi escudo.
Y en mi acogedora carabela para surcar los procelosos mares.
En la dulzura y en la pasión que envuelven nuestras noches
y en la compañía discreta y abnegada
que retira las piedras del camino
para que yo no me tropiece.

Me contagiaste con tu alegría de campanas.
Con tu luz de amaneceres soñadores.
Con tu fuerza que irradia de optimismo
a los atardeceres amarillos que
empujan nuestra barca.

Sé que fui ungido por la vida
el día que te conocí.
Y que, inexplicablemente,
lejano a todo merecimiento,
lo sigue haciendo cada mañana,
regalándome el gozo de tu presencia.

Ignoro por qué te enamoraste.
Ni por qué me amas tanto y tanto cada día.
Desde hace  un tiempo tan largo
que ya sé que no es ningún error,
ningún malentendido,
ni ninguna improvisación.

Vivo así de afortunado,
con el regalo de tener 
a mi lado lo que
yo más quiero.
Tratando de demostrarte todo lo feliz que soy,
porque sé, además, que eso es lo único
que realmente te importa.







Mientras pasa la vida,
la nuestra,
y cada vez estamos más juntos,
frente al tiempo inmisericorde
que desnuda de hojas
los árboles de nuestro futuro.

Qué más da.
Nadie me podrá quitar lo que tuve.
Ni nada me podrá hacer olvidar lo que tengo.

 Al cielo entero que nos cubre,
lo  ha tejido toda esa red de lazos
en la que continuamos enredándonos
y enredándonos mientras, como digo,
se va pasando la vida como un murmullo
de hojas de calendario
a las que voltea el aliento de tu sonrisa,
que es lo único que permanece inalterable
en este mar incierto que según dicen, ¡ojalá!,
desemboca en la eternidad.

Ese lugar que tan bien conozco,
y que se enseña en el espejo de tus ojos.
Allí donde radica ese secreto,
maravilloso e inexplicable,
del porqué un día nos elegimos,
el uno al otro,
y para siempre.


Escrito para ti el día de nuestro Aniversario. Será, ¡cómo no!, el poema que cerrará el libro “Poesía, vida mía”.