lunes, 25 de agosto de 2025

¿PUEBLOS O CIUDADES?

 


Lo primero, agradecer a todos los espectadores la magnífica audiencia que han otorgado al vídeo homenaje a mi pueblo, https://www.youtube.com/watch?v=zgDVnjYkWt8 que anda ya en su primera semana por más de 1200 visitas en you tube, varias veces la población del mismo. 

Al hilo de su realización  escribí este artículo, seguro que los que habéis visto el vídeo lo entenderéis muy bien:

     ¿PUEBLOS O CIUDADES?

Si analizáramos los principales indicadores relativos a la población o a la economía de un país desarrollado, veríamos que las ciudades ganan a los pueblos por goleada, en un proceso de absorción que parece que no tiene fin.
Sin embargo, hay algunos brotes verdes que indican que algo está cambiando. La gente empieza a preguntarse cosas. No es oro todo lo que reluce en la gran ciudad: la gente huye de los pueblos porque dicen que no quieren estar solos, pero, ¿será cierto esto que afirmaba ya en el siglo XIX el escritor Henry David Thorau: “La ciudad es un lugar donde miles de personas están solas juntas”? ¿Y qué opinan de aquello que dijo el premio Cervantes Octavio Paz: “Las ciudades modernas solo son desiertos de gente”? Esos desiertos que solo producen soledad e incomunicación, llenos de grandes bloques donde no se vive “al lado de” sino unos encima de otros, como ya nos avisaba Eduardo Galeano: “Las ciudades se han convertido en jaulas verticales”.
Algún fan urbanita podría argumentar que, en los pueblos, aparte de que no hay gente, no hay nada para disfrutar de la vida. Pero, cada vez más ciudadanos se preguntan si no será que “las ciudades solo hacen que crear necesidades artificiales que solo llevan a angustias innecesarias”, como afirmaba el filósofo Jean Jacques Rousseau o que “producen un ruido tan alto que ahoga el alma de los individuos”, como resaltaba Fernando Pessoa.
Cada vez más gente piensa en este dilema: ¿Pueblos o ciudades? Y, más ahora, donde los precios inmobiliarios están no en las nubes, sino casi en las estrellas. Y se rascan la cabeza enfrentando las ventajas e inconvenientes de los pueblos:
Ventajas:
Tranquilidad: la ausencia de ruido, tráfico y estrés convierte a los pueblos pequeños, en auténticos refugios de paz.
Naturaleza: el contacto diario con el entorno natural favorece la salud física y mental.
Comunidad: aunque pequeña, la vida social en ellos es más estrecha y cercana que en las ciudades.
Coste de vida: en general, los gastos de vivienda y alimentación son menores que en zonas urbanas.

Desventajas:
Falta de servicios: muchos pueblos carecen de médico, escuela, farmacia o incluso tienda de alimentos.
Aislamiento digital: aunque mejora poco a poco, la cobertura móvil o de internet es deficiente en muchas áreas.
Escasas oportunidades laborales: salvo en sectores agrícolas o turísticos, el empleo es muy limitado.
Envejecimiento: la mayoría de la población supera los 65 años, lo que afecta al dinamismo y sostenibilidad local.

Y el escritor de este artículo, que respeta más que nadie el libre albedrío de la gente, deja que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones para tratar de ser lo más feliz posible, que es lo que importa. Aunque él lo tiene muy claro desde hace tiempo: él se siente como uno de los privilegiados que tiene pueblo y ciudad, que nació en una comunidad pequeña, como Sacecorbo, donde todo el mundo se conocía y tenía a toda su familia alrededor, y aprendió a vivir de la austeridad, que solo significa como todo el mundo conoce: saber disfrutar mucho más de aquello que logras alcanzar, y guardar algo también para cuando las nóminas mengüen, esto sí que es desarrollo sostenible, que está tan de moda ahora. Y aprendió también a conocer y deleitarse con la naturaleza, ¡y tantas otras cosas!
Luego, aprendió a amar a una ciudad como Madrid, abierta a todo el que llega, competitiva pero llena de meritocracia, de oportunidades, de progreso, de grandes empresas, de formación y de mucho futuro. ¡Ay, pero que también sufre de las incomodidades, contaminación, ruido, estrés y mil puñales más que se te clavan en tu interior y que pueden amargarte la vida!
Cuando eso le ocurre, él tiene su remedio, piensa el escritor, su particular farmacia, su médico de cabecera, que es coger su coche y en un pispás acercarse a su pueblo. A Sacecorbo. Asomar por el cementerio y saludar a sus padres que yacen, solo dormidos cree él, rodeados de toda esa comunidad de personas que el escritor conoció y acompañó a su último destino, de niño, siendo monaguillo, y que todavía recuerda en qué casa vivió cada una y qué circunstancias la rodearon. Esa comunidad de los que se fueron, pero que siguen ahí, esperándonos, en ese barrio que es uno más del pueblo. Ahí nos reuniremos todos los que vivimos un día juntos, que es algo que jamás te podrá ofrecer la gran ciudad.
O tomarte un café sin prisas en el bar y charlar de cosas de hace cincuenta o sesenta años con un viejo compañero de escuela con el que te une más autenticidad y verdad que con cualquiera.
Recorrer los caminos, los senderos que llevan a la Barbarija, a Monseco o al Barranco de la Hoz, que es como recorrer toda tu vida de nuevo, ligero de equipaje, respirando un aire más puro que ninguno y una luz que ya quisieran en la Puerta del Sol.
O gastar unos días en las Fiestas de San Bartolomé, o “con el hombre orquesta”, de la Asociación de vecinos y jubilados, bailando esas canciones que llevan tu corazón y tu cabeza a aquellas primeras historias de amor que te han conducido a lo que ahora eres.
Sí, el escritor, cada semana, tiene que ir a segar, a regar el césped, como otros plantan tomates y cebollas que, en realidad, son solo la excusa para ir a nuestro pueblo, para escapar de lo que tiene de cárcel la gran ciudad y reencontrarte con tu esencia, con la inocencia y la ilusión de cuando eras un niño.
Por todo esto, el escritor piensa que quienes más pueden hacer por sus pueblos, –y esto no es eximir a nuestros gobernantes en absoluto que tienen que convertir la España vaciada de oportunidades en la España llena de esperanza–, somos los que nacimos allí, los que sabemos la bondad de sus vitaminas, de sus cielos abiertos, del tiempo que va más despacio y que hace más larga la vida. Y quién sabe si más feliz.
Seguro que ese contagio llega a otros que ya se están preguntando cosas. A otros, que nunca tuvieron pueblo, y sienten, cuando nos miran, la envidia de tenerlo.
Porque regresar a los pueblos, en mayor o menor medida, es algo que no nos podemos perder. Regresar es “volver – como dice el tango– con la frente marchita/ las nieves del tiempo/ platearon mi sien/. Sentir/ que es un soplo la vida/ que veinte años no es nada/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra. / Vivir con el alma aferrada/ a un dulce recuerdo…
Disfrutemos pues de nuestro pueblo a tope, los afortunados que lo tenemos, aunque vivamos lejos, y acérquense a ratos, si pueden, a las ciudades los que viven en él. El escritor, que ya tiene sus años, ha aprendido que en esta vida no debe quererse una cosa o la otra sino, precisamente, una cosa y la otra.
Tal vez, porque se acuerda de aquello que dijo el sabio: “el secreto de la vida feliz es tener muchas pasiones, pero ninguna dependencia”.
Así que, vivamos donde vivamos, no nos olvidemos nunca de gritar alto y fuerte, para que todo el mundo nos oiga, ¡que viva siempre también nuestro pueblo!
Porque así sea.

No dejéis de leer la trilogía de "El Sauce Curvo", cuyo primer tomo es "Memorias del Sauce Curvo" ambientada en mi pueblo de Sacecorbo, la disfrutaréis recordando vuestra niñez y juventud: https://shorturl.at/NTWHH,





domingo, 24 de agosto de 2025

TODOS L0S BESOS. FELIZ DÍA DE REGRESO

 


Hace unos meses preparé un vídeo con imágenes que me habían enviado algunos de los asistentes a la boda de mi hija, como un regalo a su regreso de su viaje de novios.

Hoy vuelve de nuevo, tras una segunda parte del mismo, solo por tantas vacaciones valdría la pena casarse y más si es con la persona de tu vida.

¡FELIZ REGRESO! ¡TODOS LOS BESOS Y TODOS LOS BUENOS DESEOS PARA VOSOTROS QUE ESTÁIS INICIANDO VUESTRO CAMINO!

Ahí va el vídeo con lo que escribí aquel día:

Todas las emociones. El tiempo, las estaciones, solo son una suma de emociones, de momentos pegados a los sentidos, alguien dijo, ahora no me acuerdo quién, que los sentidos son las ventanas del alma. Y el alma es esa incandescencia, ese rescoldo íntimo, que da calor, luz y energía a todo lo que somos.

Todos los besos. Besos de luz, de música, en la caída de la tarde. Hace tres semanas se casó mi hija. A ciento cincuenta metros de nuestra casa. La casó el mismo cura que a sus padres y ella llevaba la misma diadema de flores que su madre. El tiempo pasa pero no se va. Se queda prendido en las emociones de una tarde.

Hoy vuelve mi hija de viaje de novios y he querido regalarle a ella y a su marido este manojillo de imágenes, de luces, de besos y de emociones, de cuando salieron de la iglesia.  Han sido, no sé, seis o siete móviles diferentes, cuyos dueños han sido tan amables de enviarme las imágenes que grabaron de forma espontánea.  Mezclarlo todo ha sido un reto. Y un disfrute. El recuerdo es abrir de nuevo la caja de las emociones. Yo soy solo un artesano de lo que vi, de lo que sentí. Y me siento muy afortunado.

Ahí va, para este diario literario y personal, celebrando este día de regreso:TODOS LOS BESOS PARA ESTA JOVEN PAREJA:  https://youtu.be/82QexMZMJwU

Lo veo una última vez y me acuerdo de otro regalo que le hice poco antes de su boda. Sí, el tiempo no pasa. Solo es la misma emoción que gira sobre su eje, como hace la tierra todos los días. Pero, el tiempo sí nos da la oportunidad de intentar cumplir nuestros sueños.  Y yo le deseo que cumpla los suyos en él: 

https://youtu.be/Odmi8bXXbSQ?si=ebxLFwHuxsFVx5vP


sábado, 23 de agosto de 2025

¡BIENVENIDO A CASA!

 

Ya solo faltan unas horas para darte un fuerte abrazo, campeón. ¡Qué ganas!

Aunque solo sean unos días, y nada más llegar te vayas con tu amigo a San Sebastián en esa agenda frenética que siempre llevas contigo, como joven dinámico y emprendedor que eres. Disfrutaremos a tope estos momentos, mañana llega desde Francia tu hermana con Rubén y podremos juntarnos todos de nuevo. Por esto merece la pena dejar este año a San Bartolo solo en su pueblo, ya habrá otros años. 

Te ayudaremos con toda la logística y los preparativos para ese gran reto que te has impuesto: nada más y nada menos que subir al Kilimanjaro en la lejana Tanzania. Lo conseguirás, como guinda a este primer año de MBA, donde te has curtido tanto y has tenido tantas experiencias profesionales y personales. Disfruta de este minipermiso ¡y vamos a por el segundo año! Para nosotros será un placer estar a tu lado y celebrar el cumple de mamá a tu vuelta de San Sebastián todos juntos.

Cuando viniste las primeras vacaciones a Madrid las pasadas Navidades, escribí este post para este diario literario y personal. No puedo más que repetirlas, con el mismo videoclip de homenaje: ¡Bienvenido a casa, campeón!


¡BIENVENIDO A CASA, CAMPEÓN!

Vuelves como los antiguos expedicionarios, aquellos que iban en barco a descubrir nuevos mares. Sobre uno de ellos, escribirte tú un relato literario, ¿recuerdas? Vuelves en Navidad como los que emigran a abrir nuevos caminos, más amplios y de más recorrido, por los que luego transitar. Vuelves también para tomar un respiro y cargar las pilas para esa pelea por conseguir tu reto.

Y, nosotros, felices de verte de nuevo, aunque estemos en contacto a diario, podemos tocarte, abrazarte, estar juntos y pasar buenos ratos, lo mejor posible.

Así que, ¡bienvenido, campeón!

He preparado con el iMovie que tú me enseñaste a manejar, rebuscando en el desorden de cintas y fotos que tenemos, este homenaje para ti. ¡Ya apuntabas maneras entonces!

La digitalización que nos hicieron de las cintas no es muy buena, y el blog me permite poco peso, pero, aun así, brillas con todo tu esplendor. ¡Bienvenido a casa de nuevo! ¡Te queremos!

Ahí va, beautiful boy:



jueves, 21 de agosto de 2025

HOMENAJE: QUIEN HAYA NACIDO EN UN PUEBLO LO SENTIRÁ COMO PROPIO.

 

Un placer rendir homenaje a mi pueblo de nacimiento, Sacecorbo, el famoso Sauce Curvo de algunas de mis novelas, y, sobre todo, a sus gentes. Como a las de esta foto, que asistíamos a la misa que fue retransmitida a toda España el pasado septiembre.
Ahí va este videoclip que hice gustoso para su Asociación de Vecinos y que está recibiendo mucha atención. Quien haya nacido en un pueblo lo sentirá como propio. No me cabe duda.



Y esta otra foto en el restaurante La hoz:



Y hoy acabo de recibir una foto que me ha conmovido sobremanera: mi tío abuelo, hermano de mi abuela materna, se llamaba Gabriel Ortiz Palafox y ejerció una gran influencia en mí, desde luego, literaria pero, también, de vida. Yo he tratado de reconocérselo durante todos estos años: mi primer seudónimo literario cuando empecé a aparecer en redes era precisamente Gabriel Palafox, hay también muchas cosas de él en el personaje del tío Ezequiel de Memorias del Sauce Curvo y el protagonista absoluto de la trilogía del mismo nombre, se llama casi como él: Germán Palafox. Nunca lo olvidaré.

Aquí está más joven que cuando yo lo trataba en los años sesenta y primeros setenta. Pero, me han vuelto a impactar esos ojos apasionados, vívidos e inteligentes, de cuando conversábamos durante horas caminando por el campo o en su sastrería de Sacecorbo, mientras cortaba las telas con aquellas tijeras enormes que tenía. Él me hizo mi traje de comunión a medida, ¡y tantas otras cosas más!

Guardaré esta imagen en lo más profundo de mi corazón.







viernes, 15 de agosto de 2025

EL CIELO

Hace unas semanas, me hicieron una entrevista en profundidad para la revista DE SUR A SUR EDICIONES:

Y me pidieron un relato para publicar en la misma. Ahí va, el cielo, tan importante en estos días:

                                                             EL CIELO

Cuando éramos pequeños nos tumbábamos en la hierba, o en suelo de la plaza, y mirábamos el cielo. Cómo pasaban las nubes o, en el atardecer, volaban, llenos de vivacidad, los vencejos. Y, entonces, nosotros cerrábamos los ojos y, luego, después de un rato, los abríamos a ver cuánto había cambiado el mundo. Dónde estaba aquella nube regordeta, que era como una vaca con unas tetas enormes, o si el sol había doblado ya la esquina del campanario y quedaba, en aquel instante, partido en dos, sacando aquellos brillos misteriosos e incandescentes de la campana. Y del reloj de la torre.

 

Aunque no lo sabíamos entonces, debía ser ya el destino, incierto, caprichoso, imprevisible, que nos sobrevolaba a todos nosotros, diminutas hormigas indefensas y confiadas, mirando al cielo. Destino, muchas veces alegre, juguetón, risueño. O, a veces, doloroso. Como aquel día.

 

Se acercó tu primo pequeño.

 

«Terele —como así te llamábamos—, vete a casa, tu madre está muy mal».

 

 Y nosotros te observamos un momento cómo te levantabas. Y, luego, continuamos soñando con las nubes de algodón y misterio. Y con los vencejos, esos bullebulles alados, que eran tan veloces como nuestra imaginación de entonces.

 

Y, luego, todo pasó tan deprisa. Aquel sonido de campanas: ding, dong, con una pausa grande en el medio, llena de lutos, de suspiros y de lágrimas.

 

Tardaste en venir con nosotros. A tumbarte y ver el cielo. Tal vez era ya otra estación. Te pusiste a mi lado. Y me di cuenta que no cerraste nunca los ojos. Torpemente, te pregunté:

 

«¿Es que ya no confías en el cielo?».

 

 Ojalá me hubieras dicho que no. Que ya no confiabas. Solo me miraste como una chica mayor, como si estuvieras ya mucho más lejos.

 

Te fuiste como quien se aburre de un entretenimiento infantil y caduco. Y, quién sabe por qué, poco a poco, todos dejamos de jugar a aquel juego. Yo fui el último. De hecho, todavía lo hago. Y no es porque me hayan dado menos palos que al resto.

 

Simplemente, me gusta mirar el cielo. Como otros juegan a las cartas o ven la televisión. Mientras, la vida también pasa. Yo la veo mirando las nubes, o a los hijos de los hijos de los hijos de aquellos vencejos, que siguen volando tan rápido como entonces, tan lejos como mi imaginación pueda llegar.







    Disfruta leyendo: REGRESO AL SAUCE CURVO:https://t.ly/05tJH


jueves, 7 de agosto de 2025

VERANO

 Muy ocupado estos días, con mil temas menores, pero que tenía abandonados desde no sé ni cuándo. Terminé mi novela, ahora está en periodo de reposo, como mi dedo, que no mejora tanto como quisiera porque sigo escribiendo, aunque sea a la pata, digo al dedo, cojo.

Lo  que sí he hecho es regalarme mi premio, nuestro premio, porque mi musa y yo vamos en el mismo barco en esto. En septiembre, nos iremos ocho días a un país europeo, de los pocos que no conozco.  
Tenía la ilusión de conocer también las cataratas del Iguazú y recordar Buenos Aires, pero, al final, tendrá que ser al año que viene. Bien apuntado queda.

Tengo pendiente escribir sobre mi reciente viaje a Londres, a veces pienso en reunir mis artículos para un libro: "Viajes de un escritor". A ver si así tiro de mí. Muy aleccionador ha sido, per se, y sobre los problemas de la emigración. A ver si tengo tiempo, y dedo, un día de estos.

Unas cuantas fotos de recuerdo y para que no se me olvide.

En la London Business School




Junto al parlamento:



Tengo la sensación de que se nos pasa el verano, buscando en mis archivos, uno tiene ya tanta obra que puede encontrar en ella casi todo lo que se le ocurra, he encontrado este post que me viene como anillo al dedo. Ahí va, con mis más sinceros deseos de que disfrutéis de lo que queda del verano. 



VERANO

No sé lo que tienen las estaciones. Esa compartimentación del año que, en España, tenemos la suerte de que se muestre tan acusada. Que invitan a parar, levantar la cabeza, y hacer un alto. Antes de seguir pedaleando, claro. Que eso es la vida: un verdadero tour de estaciones. De vivencias, quiere uno decir.
Llega el verano, y uno no sabe por qué, pero lo siente, que es la manera más intuitiva y rápida de saber: ha llegado la época, el momento de disfrutar. Y de descansar, claro.
Porque los años, los estudiantes lo saben bien, no terminan en diciembre, sino en julio. Dicen que cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso y se les empezó a aplicar la fórmula: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, empezaron los años que ahora nosotros conocemos.
Y uno se arrastra como puede, hasta llegar a las empinadas cuestas de junio, suspirando por llegar a la cima. Desde la cual comenzará un periodo lánguido de dulce descenso. Mientras el sol dora tus contornos y la brisa te acaricia con su música reconfortadora.
Probablemente viajes a otro sitio. Donde la memoria no te recuerde tu encadenamiento a la maquinaria de la producción y de la supervivencia, encima ahora, para más inri, tan selectiva. A algún otro sitio que te permita volar de nuevo, elevarte sobre tu cutre realidad. Soñar con muchachas medio desnudas que nadan parsimoniosamente en calas doradas por el sol. Recargar las pilas de tu ilusión, de tus nuevos proyectos. Pero sin estresarte, sobre todo sin estresarte.


Porque el verano es época de lamerse las heridas. De vivir, por una vez al año, con ese hedonismo reparador y dulcificador de la existencia. Es época de sentir. De despertar los sentidos, tan atrofiados durante el resto del año, y descubrirse uno con todas sus potencialidades. Pero no para trabajar, ni para uncirse a ningún yugo. Sino para saborear lo bueno de estar vivo: El disfrute de la naturaleza, de la gente que te rodea, de tus sentidos que son la ventana que te comunica con el mundo. Pero, sobre todo, contigo mismo.
¡Bendito verano y benditas vacaciones! Que llegan, puntualmente, una vez más. Aunque sea con más cicatrices y con menos euros en la cuenta. Qué más da. Eso quedará para septiembre.
Ahora es el momento de disfrutar. De vaguear. De descubrir que alguna vez fuimos dioses. Como antes de que existieran las estaciones. Como antes de aquel terrible: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Como cuando todo el año era solo un largo, larguísimo e interminable verano.
SI NO LA HAS LEÍDO TODAVÍA, ACÉRCATE A
MI NOVELA "REGRESO AL SAUCE CURVO".
NO LA OLVIDARÁS: https://t.ly/05tJH



viernes, 1 de agosto de 2025

PRIMER ANIVERSARIO

 




Hoy, justo hace un año, nuestros hijos nos llevaron a Las Vegas a recasarnos tras 35.
La verdad es que tiene su gracia verse otra vez de recién casados en nuestro primer aniversario. La ilusión mueve montañas. Y una buena excusa para volver a celebrado todos en Londres donde vive uno de nuestros hijos. ¡Porque haya muchos más!
Yo lo recordaré también porque he acabado, justo hoy, la primera versión de mi nueva novela. Bastante satisfecho. Ahora queda lo más importante. Ya os contaré.
UN PEQUEÑO RECUERDO DE LA BODA DE LAS VEGAS: https://www.youtube.com/watch?v=OOm0bGouuYI



Tras un esguince que me hice en Sace,tengo inmovilizado un dedo. El trauma me tiene prohibido escribir, salvo lo indispensable, así que me dedicaré a leer estos días.

Recobro para vosotros este post que escribí hace algún tiempo sobre este mes que empezamos hoy:

EL REY SOL: AGOSTO, AGOSTO...

Recuerdo, de niño, cuando salía al campo de La Alcarria. En el tiempo de la siega. Que doraba los campos de un oro y amarillo furiosos,  infinitos. 
  Y, a veces, me tropezaba con las chicas y las mujeres por los caminos polvorientos. Eran como momias egipcias, vendadas de arriba a abajo, cubiertas de blanco, excepto los ojos, misteriosos y oscuros. Como  pozos hondos en el interminable horizonte quemado, abrasado por el sol.
    Entonces a las mujeres les gustaba la blancura en agosto. Como a las japonesas en todo el año. Quizá sabían, o intuían,  lo que una vez dijo el maestro: Una mujer blanca y sin ropa, está doblemente desnuda.
    Hoy me atorro, como todos, en una playa del Levante. La verdad es que el solazo frente al vaivén de las olas tiene su encanto. Esa dejadez, esa laxitud compartida, ese dominio absoluto del rey sol casan a la perfección con ese estado de ánimo que nos ofrecen los largos agostos aburridos y divertidos a un tiempo.  Aburridos por el día  y por la noche, ¿quién sabrá?
   Y las chicas se doran, se fríen al sol, vuelta y vuelta. Desconociendo, o tal vez no, que lo mejor siempre será ese espacio blanco y doblemente desnudo entre tanto marrón de quemazones y potingues.


  Pero uno aprendió hace tiempo que no se pueden, ni se deben, imponer los paisajes. Ni exteriores, ni interiores.
   Sino adaptarse a ellos. Formar parte de los mismos como una pieza más del puzzle  en el que agosto nos engulle a todos.
  Porque es el tiempo del rey sol. En el que todo quisqui claudica, excepto que esté a la sombra o  enchufe el “Air conditioning”.
  Y piensa entonces, fresquito, cuánto calor debían pasar mis paisanas de La Alcarria, o las japonesas, entre otras, por lucir blanquitas. Por renunciar a inclinar la cabeza ante el rey sol.
  Y yo me meto y salgo del agua, cada dos por tres.  Y luego vuelvo a la sombrilla. Porque soy de los falsos morenos a los que el sol les sienta mal. Y no se doran ni aunque los lleven a la hoguera de la Santa Inquisición.
   Como mucho se van poniendo rojos como un tomate. Quizá es que a uno no le gusta arrodillarse. Ni ante el rey sol. Ni ante la madre que lo parió. Agosto, agosto…
  Había una canción que no sé si recuerdan: Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso… Pues eso.

Y, para el que no lo haya leído, no os perdáis EL DONANTE,  seleccionado por Amazon como uno de LOS LIBROS DEL MES.