LOS
DIAS VENCIDOS
Hoy,
quién sabe por qué, se ha puesto a hurgar en aquellos días. Aquellos días que ya solo son, piensa para sus adentros
mientras desempolva las fotos, lo que quieran ser nuestros recuerdos. Y nadie más.
Ha
seleccionado para ello, minuciosamente,
con precisión de relojero, y paciencia de santo, una banda sonora de
aquella época. Pero sólo suya, de ellos. Y también de aquel tiempo, claro.
Mientras se queda con esa palabra en su boca –
época- que suena a historia y lejanía. Pero también, ay, a tiempo acrisolado,
duradero, casi perenne, grabado a fuego en su memoria, y quién sabe si también
en su corazón.
Qué
más da. Ya no quedan las flores. Ni tan siquiera el perfume de lo que fuimos.
Piensa. Solo un vago aroma. Una luz extraña que dora las esquinas, los
contornos, de una cálida, y diferente, melodía.
El
pasado es lo que fue, reflexiona. O lo que ahora, sueña, quisiéramos que hubiera sido.
Pero
el pasado es lo único que tenemos. Entre el presente que se nos escapa como
agua entre las manos y el futuro, incierto, que nos espera con su misteriosa faz, a la vuelta de la
esquina.
El,
cuando tiene dudas, o penas o, tal vez, solo aburrimiento, acude a su pasado. A
aquellos días vencidos ya. Derrotados de
guerras que no existen hoy. O laureados en victorias que, ahora, no tienen
sentido.
Hasta
que acierta a encontrarse con lo que
fue. Con lo que cree él que entonces
fue. Con lo que fueron él y las personas
que nutren su nostalgia.
Ultimamente,
cuando todo se le cae en pedazos, se acuerda de los días vencidos. Aquellos que
ya no tienen nadie que se acuerde de
ellos. Pero que tenían un afán, una
ilusión que los llenaban.
Y
entonces él descubre que esa energía sigue ahí, intacta. Al otro lado de las
fotos y de las canciones que ya nadie ve ni escucha.
Solo
esperando que alguien se enchufe a su corriente. A la corriente de cuando
fuimos más jóvenes. Y, por ello, más inocentes. Más bondadosos. Más generosos,
porque teníamos mucho menos que perder.
No
es que él se quede anclado en su pasado. No. Solo es que, para lanzarse de
lleno al futuro que llega, a veces necesita
flexionar las piernas y apoyarse en todo lo que él fue. En todo lo que él
alguna vez sintió. En todo lo que alguna
vez amó con todas sus fuerzas.
Y
saltar hacia delante.
Es su
manera de sentirse bien. Y más fuerte que nadie.
Luego,
cierra el álbum de fotos y apaga la música.
Y
abre la ventana para que lo inunde la luz maravillosa de este verano que se
acerca.
Otro
verano más. Como aquellos veranos que han quedado guardados en su memoria.
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