lunes, 11 de mayo de 2015

ACTORES



Acabo de regresar de Rascafría. Que es, con sus bosques, como el paisaje de aquella serie tan famosa que nos conmocionó a todos: Twin Peaks.



Y, allí, en un plató, ubicado para la ocasión en un garaje de un chalet de esta localidad, se han grabado las dos últimas secuencias de una presentación, o teaser, de una película de terror, más bien de suspense psicológico, que se llamará "Delirium" y que tiene muy buena pinta.
Hay actores importantes del cine y la televisión españoles como: Lydia Bosch, Juanjo Artero, Joaquín Climent, Carlos Mestanza o Natalia Rodríguez, bajo la dirección de Nacha Cuevas que también realizó "Victorita, Victorita..." basada en mi novela "El día que fuimos dioses" y fotografiada también por Raúl Mota.
Siempre he defendido que un buen actor no es solo la continuación de un buen escritor. Aunque también. Sino, sobre todo, es un escritor en sí. Primero piensa las emociones, las hace suyas, las siente, se empapa de ellas y, luego, las expresa ante la cámara. Lo mismo que hace un escritor ante el papel.
Me ha emocionado oír el llanto de Carlos Mestanza y Natalia Rodríguez en ese pequeño garaje, que simulaba un depósito de cadáveres, cuando el bedel del mismo, les mostraba los cadáveres de personas tan cercanas a ellos. Y repetir ese dramatismo, una y otra vez, como yo hago cuando repaso de arriba a abajo mis textos, hasta que adquieren la textura que yo busco, la profundidad y enfoque definitivos que busca la película, la historia que hay que narrar.
Lo que le pasa al buen actor, o al buen escritor, es que representan las vidas de otros, pero con una pose, con una impronta, que acaba siendo la propia destilación de la  experiencia vital de ellos mismos. Que no de su biografía.
Y eso los actores lo llaman credibilidad. Un buen actor hace creíble un personaje. Yo, en los escritores a eso lo llamo autenticidad, que no autobiografía. Un escritor autobiográfico es un escritor pobre, por cuanto solo puede representar su propia vida y, encima, con los sesgos y subjetividad que ello comporta. Es un autor rígido y limitado. Un escritor auténtico pude escribir de casi todos los temas, pero siempre con su impronta, con su estilo, con su sensibilidad. Vertiéndose en sus personajes, y quedando retratado en ellos,  como Cristo en el paño de la Verónica, por poner un ejemplo muy gráfico.
A mí me hubiera gustado ser actor. Y, por eso, quizá, me gusta tanto escribir.  Que es, al fin y al cabo,
una forma de actuar, de mostrar, de sacarte fuera  el arte que crees que llevas dentro.
Y, cuando no escribes, poder disfrutar haciendo posible de alguna manera que otros lo hagan. Aunque sea de forma modesta, formando parte de un gran proyecto de producción. Fue una tarde muy gratificante, que promete, además, interesantes frutos.

Os invito a visitar en Facebook la página de este proyecto:
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