El alcohol, crepitante, como una daga
ardiente
Te enamora y lo hundes en tu pecho,
Hondo, en lo más profundo…
El tiempo es un reloj acelerado,
incansable
La música gobierna los espacios…
Y tú encuentras tu horizonte
Donde no hay sino paredes cercanas
Que encierran los sueños imposibles…
Y los bañan de la tristeza
De las conchas submarinas
Dormidas en el reino del olvido.
Y sientes que las vueltas de la Tierra
Giran con códigos que desconoces
Mientras sonríes a Galileo
Que bebe y bebe copas increíbles
Que hacen tambalearse al mundo
Y te unes a los jóvenes que se buscan
En un rayo titilante de neón
Que navega entre las hilachas
incoherentes
Del tiempo que siempre se pierde
En las esquinas de la noche
Qué más da, vivimos cien mil horas
Que abruman unos minutos de locura
Que se rebelan ante tanta seriedad,
Ante tanta programación rígida y absurda
Que nos ocultan a la luna y al secreto de
su sonrisa
Un día entre un millón
Una noche entre mil
Perdido en las ondas del maullido del gato
insomne
Mientras buscas el latido de este mundo
Antiguo y secreto
Cruel, dulce y humano
Que todavía no ha parado de girar
Tratando de encontrar su norte…
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