sábado, 24 de marzo de 2018

LO QUE SABEMOS DE LAS MUJERES... Y DE LOS HOMBRES ( y 2)



     Dicen que lo peor que hay para avanzar en cualquier tema es no ser consciente de que no sabes, o no sabes lo suficiente. "Solo sé que no sé nada", dijo el sabio. Ahí hay una buena disposición para aprender.

    Y yo creo que, afortunadamente,  esa humildad, que lleva a una gran curiosidad por aprender,  está cada vez más extendida respecto de este tema, tan importante como atractivo, entre hombres y mujeres de toda edad y condición.

    Quizá por ello tengan tanto éxito espectáculos como el que comentaba aquí hace unas semanas: "Lo  que yo sé de las mujeres" de nuestro amigo, el gran cómico, Fernando García Torres y su espectáculo en la Chocita del Loro, en la Gran Vía Madrileña.

    Acabo de ver esta misma tarde "Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus", una clase magistral y divertidísima de Mauro Muñiz de Urquiza sobre el arte de vivir en pareja que se muestra en el Teatro Alcalá, de la calle del mismo nombre de la capital.

    Otro recinto a rebosar, ya digo, con público de todas las edades, deseoso de pasar un rato agradable. Y también de aprender que, con humor, es siempre mucho más placentero. Y yo diría que hasta más útil.

     Hay un libro también con este mismo título escrito por  John Gray que incide asimismo en este tema.  Un tema en el que deberíamos doctorarnos hombres y mujeres o, al menos, aprobarlo y del que, lamentablemente, nadie nos ha explicado nunca nada.  Y así nos va.

     Sí, desgraciadamente, ni unos ni otras venimos con un manual de instrucciones que explique  a los del otro sexo cómo somos. Que diga qué nos hace felices y qué desgraciados. Qué nos hace vibrar. Y qué nos aburre y detestamos. ¡Porque no es lo mismo para marcianos que para venusianas!

     ¡Y ahí está la madre del cordero! En esa diferencia que tanto nos atrae, en el cuerpo y en la mente, al principio. Y que tanto nos frustra y nos duele cuando la convivencia con el tiempo nos rodea con sus particulares almenas.

     Yo creo recordar que, aparte de conversaciones adolescentes, y no tan adolescentes, con amigos donde hablábamos, la mayoría de las veces sin saber, particularmente de ciertas cuestiones anatómicas, la única vez que he recibido alguna información sobre la vida en pareja fue en aquellos viejos cursillos prematrimoniales que se hacían en la parroquia poco antes de casarte. Donde algo te decían, aunque muy sesgado por el espíritu religioso propio del lugar.

     Y, después, lo que he ido aprendiendo ha sido ya por mi cuenta, con curiosidad,  leyendo, observando, obsevándome, observándolas. Vamos, mayormente el viejo sistema de prueba y error. Que como todo el mundo sabe es un vía crucis con más caídas y genuflexiones que las de Jesús camino del Gólgota. Pero, sobre todo,  cuando he aprendido la mayor parte de lo que sé es hablando con ellas. Aunque no siempre es fácil entenderse.

     Y ese es el mensaje de esta utilísima y divertidísima función. Ser conscientes de  que SOMOS DIFERENTES, que pensamos y sentimos de diferente manera. Y que tenemos que aprender cómo lo hace él o ella. Y nos irá mucho mejor a ambos.

    Porque lo peor que puede ocurrir en una pareja, es que un hombre, o una mujer,  espere que su compañero o compañera responda a las situaciones como él o ella lo haría. Y, claro, como eso nunca se da, porque unos somos de Marte y otras de Venus,  vienen las diferencias irreconciliables y hasta las ansias de dominio de uno sobre el otro para que las cosas se hagan de una determinada manera. 

     Somos distintos, en nuestro cuerpo y en nuestra mente y tenemos que darnos cuenta de que, aunque nos queramos, si no sabemos tratarnos como nuestra pareja necesita, y para ello hay que saber lo que cada uno necesita, claro, podemos acabar como dos líneas paralelas que nunca se encuentran o, lo que es peor, solo coinciden en la frustración y en las broncas continuas.



     Y algunas claves de ello se nos dan en esta función, de forma original y, ya digo, divertida, y también elegante, que es algo que yo cada vez más valoro en un humorista, que no necesita hacer bromas pesadas y hasta soeces a su público para divertirlo.

     Por ejemplo: la racionalidad y lógica masculina, frente a la sensibilidad y emocionalidad femenina. El carácter estable y plano masculino frente a los toboganes emocionales femeninos. El carácter reservado del hombre frente a la necesidad de comunicación de la mujer. La necesidad femenina de los detalles diarios para con ella, frente a la necesidad  que tiene el hombre de verse valorado y reconocido en sus logros. La rapidez, casi inmediatez, sexual del hombre frente a la respuesta más lenta  y necesitada de estímulos de la mujer. Y tantos otros temas que podemos desbrozar con paciencia y curiosidad.

     Si fuéramos ilustrados en esto o, cuando menos, un poco menos analfabetos, y valga la redundancia, no nos encontraríamos un día anegados en la frustración y pensando que la o el que vive con nosotros es un ser absolutamente estúpido o, lo que es peor, que todo lo que hace es para fastidiarnos. Mientras, en mitad de este páramo, nos vemos uno al otro sufrir, sin remedio y, con el tiempo, sin esperanza.

         No encontrando al final otra solución que mandarnos a paseo mutuamente. Dejando, eso sí, tras de nosotros, un rastro de incomprensión y resentimiento que arruina todo lo que fuimos. Y todo lo que hubiéramos podido llegar a ser.

        Para el blog de www.franciscorodrigueztejedor.com