miércoles, 22 de junio de 2022

EL VIAJE ES LA RECOMPENSA

 



Sí, el viaje es la recompensa. El viaje de la vida, se entiende. Es también el título de un libro que he leído hace poco. Un libro especial, sin duda.  Aún más especial, si cabe, para mí.

Y, ahora, el fin está cerca / y así me enfrento al último telón.

He vivido una vida plena. / He viajado en todas y cada una de las carreteras.

Y más, mucho más, que eso. / Lo hice a mi manera.

Esta vieja canción de Frank Sinatra que se recoge en este texto habla de ello.

Decía que este libro es especial porque se centra en los últimos años de la vida de un hombre que sabe que va a morir en breve. La enfermedad ELA es incurable y matemática. Cada día que pasa vas perdiendo movilidad en algún músculo hasta que ya, prácticamente inmóvil, eres incapaz de respirar. Aunque tu cerebro conserva toda su lucidez hasta el último momento. Este libro está escrito por el paciente en mitad de este proceso.

Le puede pasar a cualquiera. Por ejemplo,  el autor se llamaba como yo, Francisco, y a ambos nos llamaban, Paco. Trabajó en mi misma empresa, el BBVA. Y, por un año, fue mi jefe. Podría haberme tocado a mí, el algoritmo de elección se equivocó por milésimas.

Sí, Francisco Luzón fue mi jefe en 1988, aunque entre ambos hubiera varios escalones intermedios. Él era el gran boss, el Director General de la División de Riesgos del Banco y yo todavía un pipiolo, un analista aunque con cierta experiencia ya. No tuvimos una relación estrecha. Pero sí que recuerdo que la primera vez que subí a exponer una gran operación al Consejo del Banco, te presentaban formalmente y leían una pequeña biografía tuya. Él leyó la mía y, cuando mencionó mi pueblo de nacimiento, Sacecorbo, levantó una ceja y me miró más detenidamente. Luego supe que él procedía de El Cañavate, una aldea tan minúscula como la mía,  en la provincia de Cuenca. Allí nos rodeaban a los dos 25 prohombres de la alta burguesía y nobleza vasca, la casta de Neguri.

Llegó a ser uno de los banqueros más poderosos de España y de Latinoamérica. Al año siguiente, el Gobierno lo nombró Presidente de Argentaria y posteriormente fue Vicepresidente Ejecutivo del Santander y mano derecha de Botín. Al poco de jubilarse con una pensión de 65 millones de euros, le diagnosticaron la ELA.

Por ello el libro que escribió tiene tanto mérito. Es un texto emotivo, pero directo y sin ambages. Tenía fama de ser un hombre ambicioso, amante de las medidas necesarias aunque fueran duras. Su libro es igual.

Hay hombres que luchan un día y son buenos. / Hay otros que luchan un año y son mejores. / Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. / Pero los hay que luchan toda la vida, / esos son los imprescindibles. Así, con estas sentencias de Bertold Brecht buscaba él a su equipo. A su imagen y semejanza.

El trabajo lo fue todo para él. Pero, ¿qué queda cuando el premio a todo un esfuerzo es un final como la ELA? Francisco Luzón ofrece la respuesta de que, a pesar de todo, en el viaje está la recompensa. Por otra parte, el tener fijada una fecha cierta para la muerte, te permite precisamente atender aquellos temas que quizás desatendiste hasta entonces como, en su caso, ciertas relaciones familiares. El saberse con un tiempo escaso de vida hace que, además, selecciones muy bien tus objetivos y te concentres en lo realmente importante: él creó la fundación Francisco Luzón para el tratamiento de la ELA, una de las más importantes de España y preparó la vida futura de sus hijos y nietos.

No nos damos cuenta pero, llegados a cierta edad, todos tenemos una ELA diagnosticada. Ya no viviremos un gran número de años. Nuestra fecha de caducidad cada vez está más cercana, aunque cada uno tenga la suya. Reparar aspectos desatendidos, preparar el futuro de los nuestros y disfrutar de esos últimos bombones que, además, son los que mejor saben, debiera ser un acicate suficiente para saber envejecer bien.

 Sí, en el viaje está la recompensa. A mí, además, me gusta pensar, y me gusta creer, quizás es que soy un optimista empedernido, que la vida no termina, y que la muerte solo es una cortina que, cuando descorramos, nos permitirá ver y disfrutar, otra vez, de todos aquellos que lo hicieron antes que nosotros. 

Brindo por ello y por todos aquellos que nos dejaron su testimonio para no desorientarnos en exceso en este viaje maravilloso.

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