domingo, 9 de febrero de 2025

OTRO AÑO MÁS

 




Este año he tenido doble celebración de cumpleaños. La primera, cuando tocaba: el pasado domingo.

La segunda, ayer, sábado, aprovechando que mi hijo se ha acercado desde Londres para pasar el finde con nosotros.

Un cumpleaños muy especial en un año muy especial para la familia.

Buenos momentos, en la mejor compañía.

Un poco mermado por un reciente catarro que me hace parecer más viejito, pero los catarros se van y la fuerza y la ilusión por este año continúan.

Así que, ¡viva 2025!, que para mí comienza ahora. En lo personal, lo tengo cumplido, espero que todo discurra como promete.

En lo literario, estoy ahora en momentos de creatividad, dejando a mi mente libre, divagando y pensando en mi nueva novela. Hasta bien entrada la primavera, no me pondré a escribir una letra, así que tengo tiempo para ver si la historia se sostiene y me convence, a mí el primero.

En lo cinematográfico, deseando que no me reclamen este año para nada, ojalá tenga un año sabático, eso sí, pulsaré con algunas productoras a ver si ven factible sacar adelante "El donante", a cuyo guión acabo de darle los últimos martillazos. Quiero disfrutar de este año que, a nivel personal, me apetece mucho, y aplicar a ello mis mejores energías. ¡Vamos a por él! Un peldaño más en la escalinata de la vida.

Un vídeo de recuerdo en el sitio en el que solemos celebrar estas cosas: https://youtu.be/SX7YY-RT-Ow


Y un recuerdo cariñoso para mi madre que hoy hubiera cumplido cien años. ¡Siempre en mi memoria! ¡Cuántas cosas te debo!





miércoles, 5 de febrero de 2025

EL ESPEJO DE LA VIDA.

 






EL RELATO DEL DÍA: Este relato apareció como bonus track añadido a mi libro Cinco Estremecimientos, cinco novelas cortas de suspense y negras, una de ellas, "Un mundo maravilloso", fue seleccionada por la Comunidad de Madrid para su Encuentro autores / productores cinematográficos. En Amazon: https://amzn.to/39qO4Sk



EL ESPEJO DE LA VIDA



Cuando amaneció, después de pasar la primera noche en aquel islote, azotado sin piedad y sin descanso, por el viento y la lluvia, salió de la cueva y volvió a buscar una vez más en los restos del naufragio.

El barco se había partido en dos y se lo había tragado el abismo. Solo él, agarrado a una tumbona de cubierta y algunos enseres inútiles habían llegado a la playa.

Entonces fue cuando la vio flotando boca abajo en el agua. Con su vestido largo y extendido parecía una mariposa desmayada con las alas abiertas.

Cuando le dio la vuelta se sorprendió aún más. Era la maniquí de porcelana de la entrada del salón de baile.

…Han pasado veinte años, o tal vez, más. Hace mucho que ya no cuenta el tiempo, ni nada. Solo las extrañas bayas y los peces escuetos que necesita cada día.

En la cueva ella exhibe su vestido de seda y organza, impecable como el primer día y, cuando es primavera, luce en su pelo unas extrañas y vivaces florecillas.

El viento silba cada día como si no se cansara nunca y él no sabe, o sí, por qué no se ha vuelto loco todavía.

En su refugio siempre hay una sonrisa cálida y también misteriosa. Una sonrisa que se eleva más allá de las negras nubes y de la desesperanza infinita.

…Hoy, en un pequeño intervalo de sol, vio un objeto brillando en las olas. Nunca llega nada a este fin del mundo donde se encuentra. Pero esta vez resultó ser un espejo que, tal vez, llevaba flotando en los mares veinte años. O más.

A él le dio una enorme alegría y, luego, un temor muy grande, cuando se lo llevó a la cara. Sabía muy bien que, con los años, uno solo es su rostro.

Si alguien lo hubiera visto entonces, lo habría notado hasta relativamente contento.

Era casi un anciano, pero el espejo le mostraba unos ojos todavía vivaces, casi juveniles. Y una sonrisa cálida y amigable, también misteriosa. Una extraña sonrisa ajena a la desesperanza.

Y una apostura galante y enhiesta. La de un vivido y experto bailarín.