Me resistía a ir. Pero, al final, no me quedó otra. Llevaba renqueante como una semana con un catarro extraño: apenas tos, ni mucosidad, solo una cansancio extremo. Mi mujer y mi hija me decían: "Si es que nunca llevas bufanda", a lo que yo contestaba: "Uno que se ha educado en Sigüenza, el pueblo más frío de España, no conoce esas prendas". Me insistieron tanto que, al final, fuimos a la clínica, a urgencias, más que nada para que me recetaran algo rápido. Yo pensaba solo en recuperarme y luego llevar a mi mujer a cenar y al cine, a ver María Callas, con Angelina Jolie.
Tras una placa, analítica y varias auscultaciones, vino un médico barbudo con pinta de hippie y me soltó:"Lo ingresamos ya mismo". Me quedé estupefacto: "Pero, oiga, que es San Valentín". "Usted verá, si se va de celebración, a lo mejor luego tiene que venir a la UCI, se está formando una buena neumonía en sus pulmones". Eso eran palabras mayores. Mi mujer me agarró del brazo: "Anda, vamos, ya saldremos otro día".
Así que hemos pasado cuatro noches y cinco días, los dos encerrados en la habitación de la clínica, como unos tortolitos. O, como unos recién casados en el hotel, todo incluido.
La verdad es que en esta clínica te dan muy bien de comer y tiene unas habitaciones espaciosas con cama de acompañante y todo y unas enfermeras solícitas y cariñosas. Y las vistas son muy luminosas y amplias. O, qué se yo, a lo mejor solo es que, dejando a un lado los kilos de antibióticos y las mascarillas con las nebulizaciones, el recuerdo que se me ha quedado ha sido el de unos días relajados e íntimos, con conversaciones interminables y chisposas, a la sombra de un San Valentín amoroso, envolvente y protector.
Así que, muchas gracias, santo, por estos días, recogidos y entrañables, aunque no te acostumbres. El mundo tiene muchas esquinas y por todas ellas hemos de transitar. Tras este enclaustramiento y, en cuanto me recupere, necesito irme a espacios abiertos y amplios, y recargar las pilas y los sueños de nuevo.
FOTO: el pasado verano frente al hotel donde se rodó Pretty woman, con Richard Gere y Julia Roberts, en Beverly Hills.