Me gusta esta palabra de escribidor. Vargas LLosa la utilizaba mucho, incluso tiene una novela que la incluye en su título: "La tía Julia y el escribidor".
El oficio de escribidor es un trabajo solitario. Pero, que siempre busca compañía, como el escribidor de Vargas LLosa con su tía. O, como todos los escribidores con sus lectores, detrás de los cuales hay gente que ellos han conocido o, tal vez, que sueñan con conocer, o, simplemente, con ellos mismos, la mejor compañía que hay, sin duda.
Todo esto para decir que ando ahora pergeñando la Trilogía del Sauce Curvo, ¡Por fin!, ¡como me había pedido tanta gente!, en un solo libro impreso y en una sola copia digital. Yo soy como el hombre orquesta, pienso las historias, escribo los libros, los edito, hablo con mi portadista para las cubiertas y los acerco a mis lectores. Cuando te jubilas, normalmente, es el momento de mayor cénit profesional. Yo tenía directores a mi cargo, decenas de empleados, secretaria, se puede decir que, en sentido estricto, yo no hacía nada. Orientar, motivar, mandar y asumir responsabilidades, claro.
Ahora estoy yo solo, como todo escritor frente a su obra. Y, puedo decir que no lo cambio por nada. A lo mejor lo justo sería decir que: no lo cambio por nada, después de haber trabajado tan intensamente para otros en otros ámbitos. Qué más da. Cada uno es hijo de su destino. Y el mío es, siempre lo fue, vivir escribiendo. Jugar con los mil espejos de tus personajes, para no desnudarte tú ni siquiera ante ti mismo, sino solo jugar al juego de la vida imaginada, soñada, pensada, donde nada es lo que parece, y todo podría ser verdad. Donde creas un mundo en el que nadie muere, en el que nadie mata realmente, ni los más villanos siquiera. Donde las mujeres se adueñan de tu corazón y a veces hasta te lo devuelven. Donde demuestras que otro mundo distinto al que tenemos es posible, solo hace falta pensarlo, imaginarlo, desearlo, amarlo como tú a tus personajes. Esa es la gran utilidad del escribidor: dibujar otros mundos y ofrecerlos a los demás. La literatura solo es un desahogo ante tanta crueldad y basura que nos rodea. La literatura solo es un sueño, que nos permite dormir al menos ocho horas para pencar luego las otras dieciséis. Sí, el oficio de escribidor no es tan solitario, ni tan triste, ni tan inútil como parece.
Puede que mi próxima novela la publique una gran editorial, o no, si no me dejan estar yo solo, como siempre, frente a mi obra. La rica soledad del oficio de escribidor.
Hace algún tiempo yo escribí de él, de este oficio, del mío. Ahí va:
EL OFICIO DE ESCRIBIR Y LOS TUPPER SEX
Si a uno no lo moviera la pasión, diría que el oficio de escribir es un trabajo duro, austero. Solitario. Hace falta luchar con denuedo contra la pereza, contra la desmoralización, asumir la falta de alicientes y recompensas en el corto plazo. Y, en este mundo en que vivimos, donde todo el mundo anda buscando la satisfacción inmediata, eso no se lleva. Hace falta una voluntad férrea para dedicarse a escribir.
Pero yo, si no lo hiciera, sería como vivir amputado de una parte esencial de mí. Escribo porque disfruto haciéndolo. Así de sencillo. Así de perentorio, también. Los escribientes somos una especie de adictos a la droga de expresarnos con las letras. Peregrinos del camino de la tinta. Buscadores utópicos de aquel lector donde resuenen nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Avaros de encontrar el tesoro que encierra la explicación del mundo. O, tal vez, solo de nosotros mismos.
Sí, escribir es un oficio solitario. En el momento de la creación, por supuesto. Pero, también, luego, cuando el libro llega al lector y este lo lee en su habitación, o en el metro, o en el rincón de un parque hermoso, cuando hace buen tiempo. El lector se queda con el elixir de tus letras y tú, en la anónima distancia, con la esperanza de que a alguien le cambie la vida a mejor cuando te lea, o de que el mundo sea algo más interesante tras tus escritos. De que tu tiempo solitario, por fin, haya resultado útil.
A mí, que seguro que tengo un ego de autor tan grande como el que más, me gusta pensarme, sin embargo, como un autor de minorías. Íntimo. Aquello que decía Umbral: disfruto pensando cuando estoy en la mente de alguien (de una mujer decía él, siempre tan dandy).
Quizás esa sea nuestra única recompensa. Amazon tiene un sistema de lectura por suscripción. Pagas una cantidad mensual y puedes leerte los diez libros que quieras. En este sistema, a los escritores nos pagan los derechos de autor, no por libro descargado, sino por páginas leídas. De tal forma que el autor puede ver online, las páginas que se están leyendo de sus libros en cada momento.
Esa es una sensación muy placentera. Porque se crea una comunidad virtual en la que te unes a los lectores que en ese instante están disfrutando de alguna de tus obras. La inmensa mayoría de mis lectores son personas a las que no conozco, algunos, cada vez más, me hacen llegar sus opiniones por las redes sociales o más personalmente a una dirección de email, y me encanta ese contacto, pero del resto no sé absolutamente nada. Sólo los observo cómo pasan las páginas de mis libros. Y nos sentimos unidos así, de esta forma tan especial. Son las pequeñas recompensas del oficio de escribir.
Hoy, precisamente, tecleo estas líneas porque acabo de recibir una llamada de mi librería de Guadalajara: las bibliotecas de la provincia les han pedido medio centenar de libros de "Poesía, vida mía". Creo que, en mi reducto más esencial, yo solo soy un poeta que escribe también de otras cosas. Por ello, esta antología es uno de mis libros más queridos, aunque mis lectores prefieran el suspense, el drama o la novela romántica, que de todo escribo, porque para mí no hay géneros buenos, sino solo obras buenas.
Así que sueño con que alguien en un pueblo olvidado, una tarde lluviosa, se acerque a las estanterías y pida este libro que escribí durante muchos años. Solo con pensarlo me encuentro ya recompensado. Aunque sea solo un instante.
Porque, justo después de esta llamada, recibo otra: me acabo de comprometer con la productora Tus Ojos para enviarles mañana dos secuencias para el guión "Hoy es todavía". Una es dolorosa, versa sobre el maltrato a mujeres, pero la otra es una reunión de un grupo de estas con una experta para conocer lo último en juguetes eróticos y prácticas sexuales: los famosos "tupper sex".
Así que me tengo que poner al día, mira tú por cuánto.
¿Quién dijo que escribir no era divertido y tenía sus recompensas?
Un abrazo, queridos lectores.
www.franciscorodrigueztejedor.com

