miércoles, 17 de abril de 2013

FELICIDAD.




FELICIDAD.

Nadie sabe la fórmula. La de cada uno, quiero decir. Pero el dicho popular no debe andar muy descaminado: Un mucho de amor, un pellizquito de dinero, que siempre  viene bien, sobre todo para cubrir las necesidades básicas,  y ser afortunado en la salud, ese termómetro del bienestar más fundamental.
Pero,  ¿qué puede hacer uno para ser feliz? Ahí está la madre del cordero.  Si el amor viene y va, según dice la canción. Y el dinero más que venir, se va últimamente, sin retorno… Y qué decir de la salud, una cuestión de los genes, que uno recibe, o hereda, o qué se yo…
¿No han conocido ustedes a gente feliz sin nada? O, mejor dicho, aparentemente sin nada. Con una salud de mierda, sin un duro y, aparentemente, más solos que la una.
Yo, que no soy especial, a varias.  ¿Y ustedes? Y no dejo de reflexionar en ello. Porque uno va persiguiendo, como la mayoría, las zanahorias que nos acerca el destino:  buscando ese amor definitivo, inclusive estrujando como a una naranja el que tienes al lado desde hace años, para extraer el mejor zumo, o devanándote la cabeza en progresar y progresar, ya no sabe uno hacia dónde y por qué,  o moldeándote tu salud con las mejores pócimas inventadas y por inventar.
Y, a veces, como hoy, escuchas una canción,  que te desarma por dentro porque solo te invita a hacer eso que tanto buscas y no sabes como: Sé feliz.
Sean felices. A mí me lo hizo esta canción por unos momentos. Mañana será otro día. Y habrá que seguir persiguiendo el sueño de la felicidad.  Tal vez porque ser felices es buscarlo con todas tus fuerzas. Y como dicen de la inspiración en los escritores que, cuando llegue, te encuentre trabajando. Y yo añadiría: A ser posible ligero de equipaje.