FELICIDAD.
Nadie
sabe la fórmula. La de cada uno, quiero decir. Pero el dicho popular no debe
andar muy descaminado: Un mucho de amor, un pellizquito de dinero, que
siempre viene bien, sobre todo para
cubrir las necesidades básicas, y ser
afortunado en la salud, ese termómetro del bienestar más fundamental.
Pero, ¿qué puede hacer uno para ser feliz? Ahí está
la madre del cordero. Si el amor viene y
va, según dice la canción. Y el dinero más que venir, se va últimamente, sin
retorno… Y qué decir de la salud, una cuestión de los genes, que uno recibe, o
hereda, o qué se yo…
¿No
han conocido ustedes a gente feliz sin nada? O, mejor dicho, aparentemente sin
nada. Con una salud de mierda, sin un duro y, aparentemente, más solos que la
una.
Yo,
que no soy especial, a varias. ¿Y
ustedes? Y no dejo de reflexionar en ello. Porque uno va persiguiendo, como la
mayoría, las zanahorias que nos acerca el destino: buscando ese amor definitivo, inclusive
estrujando como a una naranja el que tienes al lado desde hace años, para
extraer el mejor zumo, o devanándote la cabeza en progresar y progresar, ya no
sabe uno hacia dónde y por qué, o
moldeándote tu salud con las mejores pócimas inventadas y por inventar.
Y, a
veces, como hoy, escuchas una canción,
que te desarma por dentro porque solo te invita a hacer eso que tanto
buscas y no sabes como: Sé feliz.
Sean
felices. A mí me lo hizo esta canción por unos momentos. Mañana será otro día.
Y habrá que seguir persiguiendo el sueño de la felicidad. Tal vez porque ser felices es buscarlo con
todas tus fuerzas. Y como dicen de la inspiración en los escritores que, cuando
llegue, te encuentre trabajando. Y yo añadiría: A ser posible ligero de
equipaje.