lunes, 13 de febrero de 2023

HOMENAJE A TU SONRISA

 


Hace unos días me acompañaste a encender unas velas en la iglesia, para recordar el cumpleaños de mi madre. A la salida, me comentaste: "¿Sabes?, cada día me doy más cuenta de que me parezco muchísimo a tu madre, somos casi iguales, yo diría que, por lo menos, en un noventa por cien".

Recordé que me lo habías comentado también en otras ocasiones. Nunca he sido consciente de ello. Desde luego, no lo fui cuando nos elegimos el uno al otro para siempre. Pero reflexiono y no te falta razón: tú también eres una mujer de belleza extraordinaria; y sencilla, discreta, trabajadora y austera como era ella; a las dos os mueve, además, vuestra familia como faro primordialísimo.

Supongo que hay mujeres, no muchas, que tienen también estas cualidades. Pero hoy me voy a fijar en aquellas que son únicas en ti. Especialmente, en tu sonrisa. Me enamoré de ella cuando te conocí. Y el encantamiento permanece. Cuando la despliegas, tu rostro se llena de alegría y tus ojos de esa luz de la que sigo enamorado.

Por ello, quise tenerla en nuestra casa, en un cuadro que reinara sobre el salón, e inundara, de esa luz que tienes, todo él. Recuerdo que yo entonces trabajaba en Azca y, a veces, después de comer, para estirar las piernas me iba al Corte Inglés, que estaba allí mismo, a ver algunas exposiciones de pintura que hacían. Me encantaron unos retratos a lápiz y pedí conocer al pintor. 




Le llevé una foto tuya, que recuerdo te había hecho uno o dos días antes de casarnos, en el hall de nuestra casa. Él me dijo: "Captar una sonrisa es muy difícil, y, una como esta, más". "Inténtelo, Leonardo da Vinci lo hizo, ¿no?", le espoleé. Yo creo que se picó y aceptó el encargo. Aunque, no sin antes, advertirme: "Si ya tiene el original con usted, por qué el cuadro?". "Se lo digo cuando lo recoja", le contesté.

Nunca le dije la razón última por la que encargué el cuadro, aparte de la obvia. Ni a ti tampoco. Recuerdo que fuimos juntos a por él y lo colgamos ilusionados en aquella nuestra primera casa. Y también en la actual.




Ahora quiero decírtelo. Es la misma razón por la que llevaba esa foto en mi cartera, por eso se halla tan desgastada. Me decía a mí mismo: "Tengo que conseguir  que ella mantenga esa sonrisa viviendo conmigo, a pesar de que pase el tiempo. Si la pierde, será culpa mía". Y, cuando alguna vez te veía triste,  miraba tu foto en mi cartera o miraba tu cuadro en el salón y me lo recriminaban. Suponían un reto para mí: el que volvieras a recuperar tu sonrisa. 

Porque tu sonrisa lo llena todo. Es acogedora, cálida y hospitalaria, como decía Machado, e invita a la comunicación. Eres una gran conversadora, otra cualidad que me sigue enamorando de ti. Toda tú llenas nuestra casa, como nadie más podría hacerlo.





Han habido días malos, por supuesto. Pero, ha pasado mucho tiempo y todavía sigo enamorado de tu sonrisa, de la luz y de la alegría que desprende. Todavía hoy la sigo encontrando en ti. Nada me alegra y  me reconforta más. Solo le pido a Dios que nunca me falte. Y que me de la suficiente sabiduría para saber alimentarla cada día.