jueves, 25 de julio de 2024

RECUERDO DE AMÉRICA

 


 

He tenido que ir a El Sauce Curvo. El césped me llamaba a gritos. Llevaba ya quince días sin segarlo y si se suman otros quince hasta que vuelva de vacaciones, a ver qué cuchilla le mete luego mano a eso.













Así que mientras siego, que es algo placentero y mecánico, mi mente me lleva a las vacaciones. ¡A América! A los norteamericanos les gusta decir América, subsumiendo en ellos a todo el continente. Yo he viajado mucho a la América de los norteamericanos y también al resto.

 

Recuerdo la primera vez que fui a Nueva York, yo era entonces casi un pipiolo, poco viajado, casi con el pelo de la dehesa de El Sauce Curvo. De hecho, era la primera vez que viajaba en Business, en Europa, que yo ya había frecuentado bastante, el Business se limitaba a que te dejaban vacío el asiento de al lado. Cuando llegó la noche, el compañero con el que viajaba, mucho más versado, después de una suculenta cena que nos prepararon, llamó a una azafata y le dijo:

 

    –Pónganos a mi compañero y a mí el whisky más antiguo que tengan. El más antiguo, ¿eh?

 

    Luego, cuando extendimos nuestra butaca hasta convertirla casi en una cama, me dijo:

 

    –Ya verás qué bien duermes, Paco, un buen pelotazo es el mejor somnífero. 

 

    Despertamos casi surfeando el agua, entrando al aeropuerto de JFK. Luego me esperaba aquella sala de reuniones, inmensa y llena de maderas nobles, que tenía mi banco en la planta 45 de un rascacielos sobre Central Park.

 

    Me salió del alma:

    –¡Y encima os lleváis estos sueldazos! –yo sabía que allí ganaban el doble o el triple que nosotros.

    Me contestó un analista junior:

   –Si supieras, Paco, a mí mi sueldo –que no sería tan alto, claro– me da para un zulo, aquí en Manhattan.

    Sí, a veces, el glamur se desvanece cuando te acercas a corta distancia de las cosas.

 

    Fui, luego, varias veces a Nueva York, sobre todo con un jefe inglés que tenía, nos dieron la misión a ambos de construir el Área de Financiación del Comercio Internacional, Global Trade Finance se llamaba. Él ponía su experiencia en la materia y su buen inglés, claro, y yo aportaba el conocimiento interno del banco y la confianza que me tenían en riesgos. Construimos equipos en todos los continentes. Después del intenso trabajo me decía:

 

    –Y ahora, Paco, vamos a comer de “puti maedrae”, –con aquel español lleno de acento que tenía.

    Y nos íbamos a cenar a los mejores restaurantes o a desayunar al mismísimo Waldorf Astoria.

 

    Recuerdo también una peculiar estancia en Miami, con motivo de la convención anual de la Federación Latinoamericana de Bancos, el famoso Felaban, al que las malas lenguas, nunca mejor dicho, llamaban el Felationbank. A mí me pilló un poco mayor ya y casadísimo, así que, lo que más recuerdo es una visita en barco a la isla de las mansiones, mejor dicho, las islas, porque cada mansión tenía una: la de Julio Iglesias, la de Sinatra etc.

 

     Otra visita inenarrable a Miami, que contaré en otra ocasión, la hicimos, un compañero y yo, con unos de los hoteleros más ricos de México que nos doraban la píldora porque tenían entonces algunas dificultades de liquidez.

 

    Pasados los años, llegué a ser miembro, como responsable de riesgos, del Comité de Dirección de América de la Banca de Grandes Empresas. El resto de miembros eran los directores de dichas unidades en USA, México, que era tan importante como España, y el resto de países latinoamericanos. Normalmente, lo hacíamos una vez al mes por videoconferencia, pero, dos veces al año, íbamos en persona a Nueva York y, allí, el presidente del comité para hacer equipo, building team se llamaba, entre personas que estábamos cada uno en un país, organizaba eventos donde intimar. Recuerdo un año que alquilaron un chalet y teníamos que hacer la comida juntos y, sobre todo, tratar de ganar en un concurso de adivinación de vinos: Riojas, de California, chilenos, argentinos, etc. La cogorza que cogimos fue monumental. Y la consecuencia, evidente: nos hicimos todos grandes amigos. Luego íbamos a sitios más formales, para disimular: el Madison Square Garden, conciertos… y en este plan.

 

    Un año llevé a mi familia de vacaciones allí. Recuerdo la visita a la sede de la ONU, tan modesta que impresionaba. Y también la asistencia al musical El Rey León en Broadway. Una ascensión al Empire State, que estaba en obras, y mostraba sin pudor su esqueleto, y, desde luego, una maleta entera de compras, incluyendo la propia maleta. También, unas vistas nocturnas desde el Rockefeller Center y la belleza exterior e interior de la catedral de Saint Patrick.

 

    También vienen a mi mente recuerdos menos bonitos. Al menos en dos ocasiones que yo recuerde, a lo mejor fueron tres, me echaron para atrás en la aduana de Nueva York. Es decir, para empezar, me inadmitían. Se quedaron con mi pasaporte y me llevaron a una sala rodeado de musulmanes, negros, cubanos etc. No te daban ni una sola explicación, mientras tu maleta daba vueltas sola en la cinta de llegada. Eran unos policías enormes y descorteses, que te abroncaban si te acercabas a ellos a pedirles explicaciones. Te tenían allí entre una y dos horas y luego te entregaban tu pasaporte, en el mejor de los casos, como el mío, te franqueaban la entrada e ibas a recoger tu maleta con el alma en vilo por si ya no estaba. La última vez, le pregunté al oficial de aduanas que me retuvo el pasaporte. Tuve suerte y era amable.

 

     –Pues verá, hay un violador en México que se llama como usted. Claro, hay que aclararlo todo, nunca mejor dicho.

     Espero que mi gemelo mexicano haya cumplido ya condena, ¡por Dios, qué malos tragos! Y pueda entrar en el país sin problema, ahora que me voy de vacaciones justo en dos días.

 

    Para compensar, mi mente me lleva a una noche peculiar e inolvidable, en la que compartí noche de avión, un Nueva York-Madrid, con Eugenia Martínez de Irujo, pero eso lo contaré en otro post, que ya tiene título, claro: “La noche que me acosté con la duquesa de Alba”. 

 

    En fin, cuántos recuerdos, ¡Y otros que se me quedarán en el tintero!, me he dado cuenta que he terminado de segar el césped.

 

    Ahora viajamos toda la familia, en un viaje muy especial para nosotros, hacemos 35 años de casados y nuestros hijos se han empeñado en recasarnos en Las Vegas, ¡a unos padres tan discretos y tradicionales como nosotros! Claro, les tenemos que pagar el viaje, que para eso son los padrinos, nos dicen. Pues eso haremos, no nos queda otra, ¡con cargo a su herencia, claro!

 

    Yo lo único que pido es volver sin incidencia y retomar mi blog y mi novela, ya llevo 60.000 palabras, un 65 por ciento aprox. Ya la termino sí o sí. Se notan los años y cada vez el esfuerzo es mayor, pero todavía tengo cuerda.  

 

    Y volver a añadir un recuerdo más a esta aventura que iniciamos, mi coautora y yo, hace ya tres décadas y media. Yo, ya le he hecho mi particular homenaje público en este vídeo 

(https://www.youtube.com/watch?v=ITSoYPyBrA0) y en mi libro “Treinta y cinco gramos de oro”. ¡Por muchos años más juntos! ( https://shorturl.at/nsxDY )




 

    Mi mujer me hace unas fotos tras la siega y yo, para ir entrando en ambiente, me pongo este Dancing in the Dark, con el Jefe, en plan súperjoven, (https://www.youtube.com/watch?v=129kuDCQtHs) como lo éramos nosotros también en aquella época. Y me adorno con Marilyn, aquella musa que de chaval me hacía soñar en que, tal vez, algún día, yo también podría ir a América.





sábado, 20 de julio de 2024

EN LA MITAD DE "REGRESO AL SAUCE CURVO"

 


Estoy contento. Ya he superado con creces la mitad de mi novela. Ahora sé, sin duda, que habrá libro. Lo terminaré a mi regreso de nuestro viaje por Estados Unidos.

Ahí va lo último que he escrito, en primicia y sin corregir, esta misma mañana, tras venir de la peluquería, uno tiene que prepararse par las fotos de su segunda boda, ¡manda rosas a Sandra!, que decía una vieja canción de cuando éramos jóvenes de verdad.

Sumerjámonos en la vida de Clara y Germán: 

                                                            –––––––––––––––––––––––––

   Sí, el progreso nos empujaba, y empujaba, hacía no sabíamos qué sueños de grandeza. Mejores trabajos, sin duda, más visibilidad tuya y del mundo que veías desde lo alto, y, sobre todo, más pasta. Porque con la pasta se podía comprar el progreso de verdad.

 

     Mi viejo amigo de El Sauce, Agus, me decía:

 

    –Germán, hombre, el dinero no es Dios. Pero, para mí, es como mínimo la Virgen.

 

   Sí, cada uno de nosotros tratábamos de progresar todo lo que podíamos. Para nosotros y, sobre todo, para nuestros hijos. Estábamos en la flor de la vida, próximos ya a los cuarenta, y desplegábamos cada uno sus propias capacidades al máximo para ascender en aquella escala social que nos medía a todos con sus símbolos de distinción que otorgaba a cada uno: colegios privados, medicina privada, coches de prestigio, casas en buenos barrios, viajes al extranjero, y, cómo no, saberte más alto en dicha escala que tus antiguos pares. 

 

     Eso daba un sentido adicional a tu vida, un plus que reconocía tu esfuerzo y tu mayor valía. Una sensación profunda de satisfacción, de placer, quizás también de poder, cuando te sabías trepando a lo alto de la pirámide y pensabas en las miradas que te dirigirían los de abajo.

 

    Quizás el mundo siempre había funcionado así. Leoncio, aquel echado para adelante, aquel mozo atrevido, pero sincero, de El Sauce, nos lo explicaba a nuestra pandilla, cuando nosotros éramos unos adolescentes y tratábamos de saber el funcionamiento de la vida.

 

     –Chicos, a mí me gusta salir con chicas guapas. ¿Sabéis por qué? –nosotros guardábamos silencio, esperando la sabia respuesta de su mayor experiencia–. Porque son más hermosas, más bellas, claro. Pero, sobre todo, para darles en los morros a los demás.

 

   Sí, el progreso, o a lo mejor era el capitalismo, nos picaba a unos con otros, y eso nos motivaba para correr y correr hacia adelante.  Igual que nuestro país, que avanzaba por mar abierto, empujado por aquellas olas de bonanza económica, que algunos decían, se convertirían más pronto que tarde en burbujas: burbuja inmobiliaria, burbuja financiera, etc. Pero, nadie era consciente de ello, en aquellos momentos de efervescencia económica a tope, que nos tocó vivir.

 

    Y nuestros padres, los viejos emigrantes de El Sauce, y de otros pueblos de España, que habían salido de sus pueblos hacía treinta años, buscando progresar también en la gran ciudad, lo habían hecho a base de trabajar en dos o tres sitios, gastar menos que un ciego en novelas e invertir sus ahorros en comprarse una casa para vivir y, en algunos casos en otra, u otras, adicionales para alquilar, que se habían revalorizado por las nubes.

 

    Ahora, a los viejos guerreros que habían hecho la transición y habían modernizado el país a base de esfuerzo y a pleno pulmón, a nuestros padres, les había llegado la edad de la jubilación. ¿Y dónde podían ellos demostrar lo que habían progresado? Pues en los pueblos de donde salieron, claro.

 

    –Me voy a hacer una casa en mi pueblo para pasar mis últimos días que va a temblar el misterio –decía el tío Emeterio, que había trabajado en Madrid como un mulo y había vivido toda su vida en un sexto sin ascensor.

 

      Y se hacía un chalet impresionante. Con seis habitaciones, cuatro cuartos de baño y una parcela para plantar un huerto lleno de tomates, pepinos, patatas, judías y lechugas para alimentar a un regimiento.  

 

    –¿Y para qué hace usted una casa tan grande, tío Emeterio? ¿Solo para la Josefina y para usted? –le preguntaba alguno.

 

    Y el tío Emeterio sonreía, mirando a su casa, lleno de orgullo.

 

   –Aquí cabemos toda mi familia, mis tres hijos, sus mujeres y sus niños, ¿no te digo?

 

   Y, aunque no lo decía, también lo pensaba. Lo que comentaba Leoncio de las chicas guapas, quiero decir:

 

    –Y para daros a todos en los morros, sobre todo a los que no habéis salido aquí, panda de cobardicas y paletos.

 

    A los pocos años, el tío Emeterio y su mujer, la Josefina, se amargarían en aquel casoplón, siempre vacío. Sus hijos, como mucho hacían la visita del doctor. Un viaje en el día, para comer con sus padres, que vieran a sus nietos y estos supieran cómo era una planta de tomates. Y poco más. A sus nueras no les gustaba ir por allí ni por asomo, y menos quedarse a dormir en la casona. Y los niños, claro, no conocían a nadie en el pueblo. Ni ganas que tenían, se habían hecho más urbanitas que La Cibeles.

 

     Así que el tío Emeterio, que recogía medio camión de hortalizas de su huerto, las regalaba por doquier, alguna vez se le escapó que sus nueras no las querían, las lechugas les llenaban la casa de mosquitos, que estaban pegados a sus hojas, según decían. 

 

      Y en este plan.

 

    Un día, el tío Emeterio escuchó el sabio consejo de un primo suyo, el tío Domingo:

 

    –Ay, Emeterio, con lo listo que pareces, ¿no se te ha ocurrido pensar que el casado, casa quiere? ‚Cómo van a venir tus hijos, sus mujeres y sus niños a dormir con vosotros, ahí, juntitos en una sola casa?

 

    Y el tío Emeterio, acabó por hacerse un casita pequeña para él y su Josefina en una finca de al lado, que el tío Juanazo, su anterior dueño, con el que se llevaba tirando a mal, le cobró a precio de oro, porque sabía que la necesitaba. Encima, tuvo mil y un problemas con los otros linderos, porque las lindes, precisamente, no estaban muy claras y, además, había abierto una ventana sin guardar la suficiente distancia con  otra finca que, para no cerrarla, hubo de pagarle medio riñón a su dueño, el tío Mayórico, que tenía una fama de ser más listo que el hambre, y, con menos escrúpulos, que Caín.

 

     El tío Emeterio y su Josefina se fueron a vivir a su casita, esperando que sus hijos, ocuparan la grande, ahora que ya no estaban ellos. Pero, ni por esas. Emeterio y Paulina, cada vez más mayores, empleaban el día entero en cuidar la casona y su finca, para que estuvieran siempre listas, y se les veía mirar continuamente por la carretera a ver si aparecía alguno de sus vástagos.

 

    Sí, las trampas del progreso también habían engañado a muchos de aquella generación de nuestros padres que lo habían dado todo por sus hijos y por su país. Yo ya hace algún tiempo que no voy por El Sauce Curvo, Clara y el doctor Parrondo, dado mi estado actual, no me recomiendan que me aleje de Madrid por si empeoro, ¡toma nísperos!

 

    Pero, la última vez que fui, me contaron que la pobre Josefina ya había muerto, y al tío Emeterio querían llevárselo a una residencia de Madrid, menos mal, que su primo, el tío Domingo, que siempre se consideró culpable de los últimos desaguisados de Emeterio por los consejos que le había dado –aquello de dejar libre la casona y hacerse una casita adicional–, convenció a sus hijos de que lo dejaran en la residencia de Cifuentes, donde podría respirar el mismo aire de su niñez y hablar de sus recuerdos junto con otros ancianos de El Sauce y de los alrededores. 

 

     –Yo os prometo que, si lo dejáis en la residencia de Cifuentes, iré a visitarlo de vez en cuando y os informaré de cualquier cosa relevante –les dijo el tío Domingo.

 

     Dicen que los hijos, en cuanto oyeron esto, hablaron con una cadena de casas rurales y se apresuraron a vender la casona, la casita y su parcela, llenándose cumplidamente los bolsillos. Probablemente, ni repararon en que al tío Emeterio algún día le pudiera apetecer que lo llevaran a El Sauce a ver el fruto de todos sus ahorros. Cuentan que, al poco, el tío Emeterio se murió, sospechando que alguien se había ido de la lengua y había llegado a sus oídos el triste final de la obra de su vida.

     

     Sí, desde que el mundo es mundo, –veo con claridad hoy, que tengo la mente despejada– todos luchamos por nuestro progreso, por alcanzarlo y disfrutarlo, o para que lo disfruten nuestros hijos, o, tal vez, también, para darles a los demás en los morros, como decía el mozo Leoncio, que era tan sabio como Sócrates, aunque no supiera ni quién era éste.

 

     Hoy siento un cariño enorme por el tío Emeterio, porque tuvo una ilusión y vivió para ella. Tal vez, porque yo vivo para la ilusión de mis libros, me esfuerzo en sacar de mi mente todo lo que he vivió y aprendido. Desde luego, para mantener viva mi cabeza, pero, también, para que los más jóvenes conozcan algo más a sus padres y a sus abuelos, y al país que les tocó vivir, y que ellos han heredado. ¡Ojalá todo esto sirva de algo!

 

    Y hoy, que me encuentro optimista, no como otros días, pienso que sí, que de algo servirá. Entonces, contento, cierro el ordenador y voy a buscar a mi Clara. 

 

    Y nos damos los dos un paseo por la ciudad. Es casi de noche. El calor del verano baja a estas horas de este día de mediados de julio. Madrid revive con la oscuridad, las terrazas están llenas de gente, que habla, ríe, se cuenta sus penas y sus alegrías. Yo lo miro todo, lo disfruto todo, sé que mañana lo habré olvidado, pero qué más da. La vida es olvidar y levantarse cada mañana como si ese día se inventara el sol.

 

     La noche cae dulcemente sobre Madrid. Hace una brisa ligera que se agradece como cuando te rascan con el peine en la peluquería. Clara se agarra de mi brazo y yo me siento, entonces, como el hombre más afortunado del mundo.     

 

                                                ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––




FOTO: En nuestra casa de El Sauce, este invierno, mi hijo Guillermo que se marcha próximamente a estudiar a Londres y yo, para que recuerde el clima que se va a encontrar allí, ¡en verano! Buenos momentos, que repetiremos en la capital de la pérfida Albión, sin duda.


jueves, 18 de julio de 2024

VIAJES

 Ahora que estoy preparando un viaje lago y especial, a los Estados Unidos de América, pienso en los viajes. Qué puedo decir de ellos. A estas alturas uno cree que puede sacar de la chistera de su obra, o de su vida, cualquier paloma. Ahí van dos textos que escribí hace algún tiempo.



En las Torres Gemelas Petronas, de Kuala Lumpur (Malasia), las  más altas de Asia, y del mundo entero, el pasado verano.

                                EL SECRETO DE LOS VIAJES


“Los viajes son en la juventud una parte de la educación y, en la vejez, una parte de la experiencia”



Francis Bacon


  ¿Tú sabes por qué se recuerdan tanto los viajes? — me pregunto cuando acabo de volver de uno —. Yo creo que es —me contesto yo mismo—,  porque al final te das cuenta de que en un viaje está, concentrada, toda la vida.
La vida es como un viaje, con un origen y un destino, a veces, desconocidos y, entre medias, cosas que hacer, objetivos que alcanzar, ilusiones que cumplir. Cada uno se busca las suyas: hablas contigo mismo mientras miras sereno el paisaje y descubres nuevos colores que te acarician el terciopelo de tu alma o, tal vez, degustas la gastronomía por donde pasas y pones en pie los sentidos que se desperezan por todos los rincones de tu cuerpo o, quizá, compartes parte del trayecto con alguien a quien amas y sientes entonces la alegría de la hiedra que crece por la pared blanca, o te miras en el espejo del río y ves cómo el tiempo avanza por tus sienes, hasta que, al final, llegas a tu destino.
Porque siempre hay un destino final, donde el viaje se agota, donde la vida se termina.
Lo que pasa con los viajes es que son solo como un ensayo de la vida. La vida solamente tiene un disparo, mientras que tú puedes pertrecharte con una cartuchera llena de viajes. Por eso pienso yo que los recordamos tanto.
     Los viajes son como los juegos de los niños, en los que ellos aprenden, practican la gimnasia de la vida. Sí, por eso se recuerdan tanto los viajes, como los niños recuerdan lo felices que eran jugando.

De mi novela "El día que fuimos dioses"


En Singapur el pasado verano, frente al complejo Marina Bay con el hotel en cuya azotea se encuentra la piscina más elevada del mundo.


                                           LA ILUSIÓN DE LOS VIAJES


6 de Agosto

 

“Nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar”

Emile Zola

 

“Invertir en viajar es invertir en uno mismo”

Matthew Karsten

 

“Hay una especie de magia cuando nos vamos y, al volver, hemos cambiado

Kate Douglas Wiggin

 

 


 

Miras por la ventanilla y una alfombra blanca, de espuma, se extiende hasta el infinito. Debajo, el mar, al que sólo intuyes entre los intersticios del suelo de algodón, de nubes.

 

Miras por la ventanilla. Y encuentras el mundo al revés: con las nubes a tus pies y, encima de ti, nada. Sólo un aire puro y azul que no tiene límites.

 

Es lo bueno de los viajes, que todo tiene otra perspectiva. Y otra ilusión. Haces, por un tiempo, la vida de los pájaros, que a mí, no sé por qué, me han parecido unos animales siempre contentos, rayando en una deslumbrante alegría...

 

Tú, a lo mejor, has tenido la suerte de viajar mucho. Ahora vas a New York y aterrizarás a unos palmos del mar, casi surfeando sobre las olas. Y has cruzado de noche por el Ártico, sobre un mundo de iglús y de silencio helado. O sobre las decenas de volcanes de la Isla Blanca de Nueva Zelanda. O justo por encima de la Cordillera Andina. O de los Himalayas. Qué más da.

 

Viajar, volando o a ras de tierra, es cambiar de realidad, que es lo que hacemos cuando soñamos. Así que en los viajes tú aprovechas para renovar tus sueños. Tus ilusiones. Y los amores que mueven tu existencia.

 

Aprovechas para cargar las pilas. Para romper las amarras que te atan al día a día, a la cruda realidad. Y elevarte, por un momento, como una cometa una mañana luminosa de domingo. Hasta donde te lleven los vientos y las manos temblorosas, y gozosas, de un niño, que serán tu única brida.

 

Y, entonces, desde lo alto, todo parece más ligero, más luminoso, mucho mejor. Como el mundo que esperas encontrar cuando llegues. O cuando regreses. Al que tú pintas las esquinas de ese color mágico y dorado que, tú sabes, porque a lo mejor has viajado mucho ya, se irá oxidando con el paso de los días y cubriéndose de ese moho en el que se acumula la rutina y la inercia.

 

Pero también sabes, porque lo has sentido tantas veces, que debajo de esa costra grisácea y anodina, duermen los sueños, con sus alas plegadas. Como las mariposas sobre los pétalos de las flores, en la oscuridad de la noche. Esperando que, de nuevo, un día abras las ventanas y todo se llene de luz, de nuevo.

 

 La luz que produce un viaje en el horizonte, aunque sea al otro lado de la esquina.

 

 Como cuando te llevaba tu padre a las afueras del pueblo y soltabais una cometa. Y se elevaba sobre el cielo. Y el domingo parecía otro. Mucho más largo. Tanto, que el lunes no llegaba nunca, mientras jugabas, una y otra vez, entre las nubes...

 

De mi libro: "Mil palabras para la felicidad"


Y el verano, los viajes, son siempre una buena oportunidad para leer: Si no la has leído todavía, no te pierdas  EL DONANTE:


Vídeo presentación: https://www.youtube.com/watch?v=dAEpgezPBFg

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domingo, 14 de julio de 2024

TIEMPOS DE CINE (2)

 

Arranca el rodaje de nuestra película de ficción sobre la soledad, tras el documental TIEMPOS DE SOLEDAD, que tuve el honor de dirigir y del que se han hecho dos versiones: una larga de más de una hora y otra de 30 minutos. Próximamente se empezará su comercialización.

La película se llama provisionalmente "Tú a Zaragoza, yo a Cascante", emulando a  la mítica "Tú a Londres, yo a California". Se rodará durante agosto y septiembre en Zaragoza y Navarra. 

El otro día arrancó el rodaje de algunas escenas en Madrid, que servirán a su vez de teaser o presentación de la misma. Y allí estuvimos, mis dos hijos y hoy, que participarán, si se confirman algunos temas de agenda, como ayudantes de producción.

TAZYAC es una bonita historia, de la que soy coguionista, sobre la soledad entre mujeres, en forma de comedia, que encandilará al público, y que aportará también, en su parte más formativa y social, unas buenas dosis de reflexión sobre este problema que vive en nuestros tiempos, los tiempos de la comunicación y de las redes, sus momentos quizás más álgidos.

Algunos personajes, como Ángel Custodio, un hombre muy singular con una gran historia personal,  y, tal vez otros, descubiertos para el documental Tiempos de Soledad, aparecerán inmersos en la narración de la peli.

Hoy alzo mi copa y brindo por esta nueva peli de Tus Ojos, dirigida y producida por Manuel Serrano. ¡Viva el cine independiente! ¡Que cada día es más necesario!

Aquí con las actrices principales: Cristina Acosta y Teresa Del Olmo.



En la preparación de una escena en plena calle.


Ah, y mi novela Regreso al Sauce Curvo, avanza no sin dificultades, este escritor se encuentra preparando sus vacaciones, merecidas supone, y la marcha de su hijo en un mes a Londres, para un MBA en LBS de dos años, y quién sabe si para quedarse allí, en la City financiera de Europa, algunos años más. A pesar de todo ya llevo 45000 palabras, bien pudiera ser, un 50% aproximadamente del total. 

Nos veremos alguna vez más por aquí, antes de desearos un muy feliz verano, queridos amigos.




miércoles, 10 de julio de 2024

PALABRAS PARA LA ESPERANZA

 

"Un hombre puede vivir 40 días sin comida, 3 sin agua, unos 8 minutos sin aire, pero solo un segundo sin esperanza" (Charles Darwin).

PALABRAS PARA LA ESPERANZA

Háblame de la esperanza
De la que se visten los pájaros
El rumor de los regatos
Y el silencio de la nieve blanca

Háblame de la esperanza
De la que trae la primavera
La flor de los almendros
Y la alegre luz de las ventanas

Háblame de la esperanza
Que habita en la mente de los niños
En las alas de las mariposas
Y en la claridad del agua

Háblame de la esperanza
Que duerme en los buenos sueños
En los pasos de las gacelas
Y en la bondad de las hadas

Háblame de la esperanza
Que huele a vino y a rosas
A masa de hacer el pan
Y al viento fresco en la cara

Háblame de la esperanza
Que hoy no quiero ver las sombras
Ni la soledad de las cuevas
Ni el tiempo terrible que pasa

Háblame de la esperanza
Que lleva a las verdes praderas
A la cima de los altozanos
Y al calor de tu casa

Háblame de la esperanza
Que hoy no quiero ver llorar
Sino llover
Solo agua fresca y clara

Háblame de la esperanza
Que se aleje el falso ruido
Y la negra pena
Y la pesada carga

Háblame de la esperanza
Con palabras verdaderas
Que sosiegan el latido
Y acarician con dulzura
La soledad de tu alma.

Sí, háblame de la esperanza.

           (Y una novela llena de esperanza, para este verano: EL DONANTE.  https://amzn.to/3BZtNln
Vídeo presentación en you tube:https://www.youtube.com/watch?v=dAEpgezPBFg)


En Macao, donde no te esperas, pero está, una réplica magnífica y grandiosa de la Torre Eiffel.


viernes, 5 de julio de 2024

TIEMPOS DE CINE (1)

 

Estamos ya calificando el documental, que, finalmente, se llamará: TIEMPOS DE SOLEDAD.

Veo en mi ordenador la última versión y con el móvil grabo algunas imágenes, en primicia, para este blog literario, cinéfilo y personal:











Y algunas del rodaje, mi primera obra como director:


Y las fotografías con algunos de los entrevistados, con los que me unirá siempre este recuerdo:



Con Ángel Custodio, empresario de éxito que acabó arruinado y está saliendo de la indigencia a través de un libro, Salir de la Calle, contando su experiencia. Una persona entrañable y especial.Va a tener un papel haciendo de él mismo en nuestra peli de este año, que versará también sobre la soledad. En este vídeo en sus tiempos de indigente. Ahora todavía vive en un trastero.




Con la entrañable doctora en psicología y experta en Alzheimer y tercera edad: Mercedes Meneses.



Con el voluntario Sergio, de Granito a Granito, "mi familia son los sin techo".



Con Robert, con una historia durísima tras de sí, ahora colabora con Granito a Granito.



En la sede de Granito a Granito con Robert y Sergio.


Con Ramiro, en un descanso de la entrevista sobre la soledad entre los jóvenes, en la sede de la increíble Fundación Lázaro.



Acabo de terminar, ahora mismito, la sinopsis argumental para la calificación del documental ante el ICAA. Esta es:



MEMORIA

 

TÍTULO: TIEMPOS DE SOLEDAD

 

AÑO DE PRODUCCIÓN: 2024

 

DIRECCIÓN: Francisco Rodríguez Tejedor

 

SINOPSIS ARGUMENTAL

 

     “La soledad no deseada es el más grande de todos los males, y cualquier remedio contra ella es mejor que ninguno”, nos dejó dicho el filósofo Francis Bacon. Hoy vivimos tiempos de soledad. Ángel Custodio fue un empresario de éxito, hasta que se le torcieron los negocios, se arruinó su empresa y él, pensando en reflotarla, lo perdió todo. Su mujer lo dejó también. Se vio solo y abandonado por todos. Intentó suicidarse, no lo consiguió. Decidió vivir. Sobrevivir de indigente en la calle. Escribió un libro contándolo, que le está permitiendo salir de ella.

     Robert, en su Polonia natal, perdió, en un accidente de coche a dos gemelos que esperaban. Ese dolor rompió su matrimonio. Se dio a la bebida. Se quedó solo. Un primo en España lo rescató para trabajar de recogedor de fruta. Pero el alcohol volvió a acecharlo. Una cuesta abajo sin fin, viviendo en la calle, robando, yendo a la cárcel. La asociación Granito a Granito lo rescató de los infiernos. Hoy ayuda a repartir comida entre sus antiguos compañeros.

     Hachin fue abandonado por sus padres, activistas de la OLP, quedó a cargo de la organización. La mujer que lo cuidaba le ayudó, con diez años, a huir de Palestina antes de que se convirtiera en otro activista. Deambuló por varios países, solo y niño, y cayó en la droga, como camello y como consumidor. Vente años en la cárcel. Cuando salió decidió abandonar ese mundo. La asociación Lázaro le ayudó. Hoy vive con otros reinsertados, por fin tiene una familia, y ayuda como voluntario.

     Ramón nos habla de la soledad entre los jóvenes. No hay comunicación real entre los mismos, solo virtual. Él encontró salida a su soledad viviendo en una comunidad de voluntarios y ayudando a los demás.

     Mercedes, experta en mayores, nos habla de la soledad en las residencias, en los domicilios, de la tecnología como forma de conectarlos con sus seres queridos, de la necesidad del contacto real, no virtual.

     ¿Qué se puede hacer para ayudar a los demás a salir de la soledad? Sergio, de la asociación Granito a Granito, descubrió que hacerse voluntario es muy útil. Y, además, se siente más feliz. Es posible recuperar a las personas solas, marginadas, que viven en la calle. Lo que más necesitan es afecto.

     Es posible vencer a la soledad. “No es si te derriban, es ti te levantas”. Nos dejó dicho Vicen Lombardi, entrenador.




Mi novela, claro es, está embarrancada, ahora mismo me meto con ella, que oigo sus gritos pidiendo ayuda. Llevo ya 32000 palabras, un 35 por ciento aprox, pero ya imposible terminarla antes de mis vacaciones.


Los tiempos del cine tienen la culpa. En mi próximo post hablo de la peli de este año, que dirigirá y producirá Manuel Serrano, yo soy guionista, que versará también sobre la soledad, el otro día estuvimos rodando un teaser de presentación en el que estuve acompañado por mis hijos, que harán un pequeño trabajo en producción. Será próximamente. La literatura me espera, disgustada conmigo.