jueves, 25 de julio de 2024

RECUERDO DE AMÉRICA

 


 

He tenido que ir a El Sauce Curvo. El césped me llamaba a gritos. Llevaba ya quince días sin segarlo y si se suman otros quince hasta que vuelva de vacaciones, a ver qué cuchilla le mete luego mano a eso.













Así que mientras siego, que es algo placentero y mecánico, mi mente me lleva a las vacaciones. ¡A América! A los norteamericanos les gusta decir América, subsumiendo en ellos a todo el continente. Yo he viajado mucho a la América de los norteamericanos y también al resto.

 

Recuerdo la primera vez que fui a Nueva York, yo era entonces casi un pipiolo, poco viajado, casi con el pelo de la dehesa de El Sauce Curvo. De hecho, era la primera vez que viajaba en Business, en Europa, que yo ya había frecuentado bastante, el Business se limitaba a que te dejaban vacío el asiento de al lado. Cuando llegó la noche, el compañero con el que viajaba, mucho más versado, después de una suculenta cena que nos prepararon, llamó a una azafata y le dijo:

 

    –Pónganos a mi compañero y a mí el whisky más antiguo que tengan. El más antiguo, ¿eh?

 

    Luego, cuando extendimos nuestra butaca hasta convertirla casi en una cama, me dijo:

 

    –Ya verás qué bien duermes, Paco, un buen pelotazo es el mejor somnífero. 

 

    Despertamos casi surfeando el agua, entrando al aeropuerto de JFK. Luego me esperaba aquella sala de reuniones, inmensa y llena de maderas nobles, que tenía mi banco en la planta 45 de un rascacielos sobre Central Park.

 

    Me salió del alma:

    –¡Y encima os lleváis estos sueldazos! –yo sabía que allí ganaban el doble o el triple que nosotros.

    Me contestó un analista junior:

   –Si supieras, Paco, a mí mi sueldo –que no sería tan alto, claro– me da para un zulo, aquí en Manhattan.

    Sí, a veces, el glamur se desvanece cuando te acercas a corta distancia de las cosas.

 

    Fui, luego, varias veces a Nueva York, sobre todo con un jefe inglés que tenía, nos dieron la misión a ambos de construir el Área de Financiación del Comercio Internacional, Global Trade Finance se llamaba. Él ponía su experiencia en la materia y su buen inglés, claro, y yo aportaba el conocimiento interno del banco y la confianza que me tenían en riesgos. Construimos equipos en todos los continentes. Después del intenso trabajo me decía:

 

    –Y ahora, Paco, vamos a comer de “puti maedrae”, –con aquel español lleno de acento que tenía.

    Y nos íbamos a cenar a los mejores restaurantes o a desayunar al mismísimo Waldorf Astoria.

 

    Recuerdo también una peculiar estancia en Miami, con motivo de la convención anual de la Federación Latinoamericana de Bancos, el famoso Felaban, al que las malas lenguas, nunca mejor dicho, llamaban el Felationbank. A mí me pilló un poco mayor ya y casadísimo, así que, lo que más recuerdo es una visita en barco a la isla de las mansiones, mejor dicho, las islas, porque cada mansión tenía una: la de Julio Iglesias, la de Sinatra etc.

 

     Otra visita inenarrable a Miami, que contaré en otra ocasión, la hicimos, un compañero y yo, con unos de los hoteleros más ricos de México que nos doraban la píldora porque tenían entonces algunas dificultades de liquidez.

 

    Pasados los años, llegué a ser miembro, como responsable de riesgos, del Comité de Dirección de América de la Banca de Grandes Empresas. El resto de miembros eran los directores de dichas unidades en USA, México, que era tan importante como España, y el resto de países latinoamericanos. Normalmente, lo hacíamos una vez al mes por videoconferencia, pero, dos veces al año, íbamos en persona a Nueva York y, allí, el presidente del comité para hacer equipo, building team se llamaba, entre personas que estábamos cada uno en un país, organizaba eventos donde intimar. Recuerdo un año que alquilaron un chalet y teníamos que hacer la comida juntos y, sobre todo, tratar de ganar en un concurso de adivinación de vinos: Riojas, de California, chilenos, argentinos, etc. La cogorza que cogimos fue monumental. Y la consecuencia, evidente: nos hicimos todos grandes amigos. Luego íbamos a sitios más formales, para disimular: el Madison Square Garden, conciertos… y en este plan.

 

    Un año llevé a mi familia de vacaciones allí. Recuerdo la visita a la sede de la ONU, tan modesta que impresionaba. Y también la asistencia al musical El Rey León en Broadway. Una ascensión al Empire State, que estaba en obras, y mostraba sin pudor su esqueleto, y, desde luego, una maleta entera de compras, incluyendo la propia maleta. También, unas vistas nocturnas desde el Rockefeller Center y la belleza exterior e interior de la catedral de Saint Patrick.

 

    También vienen a mi mente recuerdos menos bonitos. Al menos en dos ocasiones que yo recuerde, a lo mejor fueron tres, me echaron para atrás en la aduana de Nueva York. Es decir, para empezar, me inadmitían. Se quedaron con mi pasaporte y me llevaron a una sala rodeado de musulmanes, negros, cubanos etc. No te daban ni una sola explicación, mientras tu maleta daba vueltas sola en la cinta de llegada. Eran unos policías enormes y descorteses, que te abroncaban si te acercabas a ellos a pedirles explicaciones. Te tenían allí entre una y dos horas y luego te entregaban tu pasaporte, en el mejor de los casos, como el mío, te franqueaban la entrada e ibas a recoger tu maleta con el alma en vilo por si ya no estaba. La última vez, le pregunté al oficial de aduanas que me retuvo el pasaporte. Tuve suerte y era amable.

 

     –Pues verá, hay un violador en México que se llama como usted. Claro, hay que aclararlo todo, nunca mejor dicho.

     Espero que mi gemelo mexicano haya cumplido ya condena, ¡por Dios, qué malos tragos! Y pueda entrar en el país sin problema, ahora que me voy de vacaciones justo en dos días.

 

    Para compensar, mi mente me lleva a una noche peculiar e inolvidable, en la que compartí noche de avión, un Nueva York-Madrid, con Eugenia Martínez de Irujo, pero eso lo contaré en otro post, que ya tiene título, claro: “La noche que me acosté con la duquesa de Alba”. 

 

    En fin, cuántos recuerdos, ¡Y otros que se me quedarán en el tintero!, me he dado cuenta que he terminado de segar el césped.

 

    Ahora viajamos toda la familia, en un viaje muy especial para nosotros, hacemos 35 años de casados y nuestros hijos se han empeñado en recasarnos en Las Vegas, ¡a unos padres tan discretos y tradicionales como nosotros! Claro, les tenemos que pagar el viaje, que para eso son los padrinos, nos dicen. Pues eso haremos, no nos queda otra, ¡con cargo a su herencia, claro!

 

    Yo lo único que pido es volver sin incidencia y retomar mi blog y mi novela, ya llevo 60.000 palabras, un 65 por ciento aprox. Ya la termino sí o sí. Se notan los años y cada vez el esfuerzo es mayor, pero todavía tengo cuerda.  

 

    Y volver a añadir un recuerdo más a esta aventura que iniciamos, mi coautora y yo, hace ya tres décadas y media. Yo, ya le he hecho mi particular homenaje público en este vídeo 

(https://www.youtube.com/watch?v=ITSoYPyBrA0) y en mi libro “Treinta y cinco gramos de oro”. ¡Por muchos años más juntos! ( https://shorturl.at/nsxDY )




 

    Mi mujer me hace unas fotos tras la siega y yo, para ir entrando en ambiente, me pongo este Dancing in the Dark, con el Jefe, en plan súperjoven, (https://www.youtube.com/watch?v=129kuDCQtHs) como lo éramos nosotros también en aquella época. Y me adorno con Marilyn, aquella musa que de chaval me hacía soñar en que, tal vez, algún día, yo también podría ir a América.