miércoles, 7 de agosto de 2024

NOVIOS FOREVER

 

Llevamos meses de ilusión por este viaje. Es la culminación de nuestro homenaje a nuestro treinta cinco aniversario, que tiene este nombre tan bonito: bodas de coral.

Nos han preparado nuestros hijos una ceremonia que desconocemos, en la entrañable capilla de Graceland de Las Vegas. Nos dicen que es la misma que cuando se casan las parejas de verdad, la única diferencia es que en el certificado del registro oficial indicará "Renovación de votos" en vez de "Matrimonio", que no procede cuando se está casado, claro.

Así que hemos vivido este periodo como si fuéramos novios. Recuerdo en estos momentos la famosa canción de Armando Manzanero:Somos novios

Pues los dos sentimos mutuo amor profundo /Y con eso ya ganamos lo más grande /De este mundo.
Sí, volver a ser novios es renovar tus ganas de agradar a tu pareja, de gustarle y de gustarte. De volver a esa fase de seducción y de alegría. De buscarse, de encontrarse, de sorprenderse, cada día.  De soñar en un futuro siempre mejor.
Y de todo ello hemos tenido, y mucho, estos meses. Solo por eso ya hubiera merecido la pena este viaje. El hacerlo con nuestros hijos, que son quienes lo han preparado todo, lo ha hecho más especial todavía. Porque ellos son el fruto de nuestro amor, que empezamos hace tres décadas y media. Es un homenaje que ellos nos hacen a nosotros y nosotros a ellos, ofreciéndoles de nuevo nuestro amor que perdura y perdurará en el tiempo.
Somos unos novios especiales, tras tanto tiempo viviendo juntos. Nos levantamos y nos ayudamos a arreglarnos el uno al otro. Yo te veo guapísima de novia. Y siento esa alegría que sentí la primera vez al verte.
Bajamos al hall del hotel, que tiene un nombre que le va como anillo al dedo a este paisaje desértico donde se asienta Las Vegas:  Hotel Sáhara. El hotel es como la ciudad en sí, un oasis lleno de jardines y de flores, de alegría y de gente que busca la fortuna en sus casinos. A mí nunca me interesó mucho el juego y la fortuna ya la tengo desde hace tiempo a mi lado. 
Nos encontramos con nuestros hijos y nos hacemos unas fotos. La gente nos mira, nos sonríe, inclusive alguno se acerca y nos da la enhorabuena. Las bodas siempre contagian su alegría. La alegría de los comienzos. Las Vegas es la capital del matrimonio en América. Es muy fácil casarse en ella. Mucha gente viene de otros estados. Así que lo ven como algo propio, se alegran y enorgullecen cuando una pareja enamorada va a casarse a su tierra. 
Salimos del hotel. Seguimos a nuestros hijos. Ellos saben el programa, lo que han preparado. Hace un día luminoso, son las once treinta y quizá ya hemos llegado a los 38 grados. Nosotros salimos al mundo cogidos del brazo. Una limusina enorme del color de tu vestido nos espera en la puerta. El chófer se acerca a saludarnos con una inclinación de cabeza, nuestros hijos nos graban el momento.
Entramos dentro. Para ti y nuestros hijos es la primera vez, yo ya había viajado por motivos de negocios en limusina, en Nueva York, recuerdo, pero ahora es my diferente, claro. Allí hablamos con ellos. Nos preguntan cómo nos encontramos, nos entrevistan, nos graban. Momentos felices. Momentos para el recuerdo.
Llegamos a la Capilla Graceland. Una diminuta casita entrañable. Graceland, este nombre tan bonito que significa en español "tierra de gracia", era el nombre de la mansión de Elvis Presley en su ciudad de Memphis. Nos dicen que pertenece a los herederos de la estrella del rock, yo no sé si es cierto, pero sí veo en su interior un certificado colgado en la pared con la licencia de uso de la imagen del ídolo.
Nos registramos en una pequeña oficina del interior, allí todo es reducido, entrañable, una mera comprobación de nuestros datos que ya tienen. Coincidimos allí con otra pareja que se va a casar de verdad y nos ruegan que nos hagamos una foto con ellos, y les demos suerte para un largo matrimonio como el nuestro. Sí, ser novio es muy bonito:
Nos amamos, nos besamos /Como novios /Nos deseamos y hasta a veces sin motivo /Y sin razón, nos enojamos
Pasamos al interior de la Capilla. Hay una especie de altar en el frente. Allí nos espera la mujer que va a casarnos, que ya nos saludó a la entrada. La capilla tiene cuatro o cinco bancos a cada lado del pasillo, adornados con flores. Yo entro del brazo de nuestra hija. Luego te espero al borde del altar.Tú entras del brazo de nuestro hijo y luego te coges del mío. Todo es sencillo, bonito y entrañable.
Para romper la responsabilidad del momento, Elvis Presley, un imitador del mismo, nos canta una canción de amor y nos pide que le acompañemos en las últimas palabras. No nos sabemos muy bien la letra, tú terminas con "I love you" y yo con "my love". Elvis sonríe, nos abraza y se queda a un lado.
La sacerdotisa, no se me ocurre otro nombre mejor, nos dice unas palabras sobre el amor:  este, nos explica, no es solo sentir esas mariposas en el estómago de los comienzos. A lo mejor ya no las sentís desde hace tiempo, nos dice, yo la interrumpo: desde esta mañana exactamente, le digo esa verdad. Ella se sonríe: mejor que mejor, nos dice,  pero sigue con su razonamiento de que el amor verdadero está más allá del enamoramiento. El amor es entrega, es convivencia, es educar a tus hijos, es vivir toda una vida juntos. Yo siento cómo me aprietas del brazo. Vemos los dos esos treinta cinco años juntos en un segundo a través de las palabras de la sacerdotisa. Estamos emocionados.
Luego nos pasa el micrófono y repetimos esas palabras mágicas, esa fórmula del amor verdadero y eterno: cuidarnos, respetarnos, amarnos, hasta el final de nuestros días. Por encima de la adversidad, de la enfermedad, del paso del tiempo.Por encima de todo. Sí, eso es el amor. 
Nos declara marido y mujer, de nuevo. Renovamos nuestros votos por el resto de nuestras vidas. Nos besamos. Elvis se acerca y nos canta el "Love mi tender". Y nos invita a bailar. Te cojo entre mis brazos y bailamos, siento una alegría inmensa, tú sonríes y todo gira alrededor de tu sonrisa. Son unos momentos mágicos e inolvidables.
Terminamos de bailar y Elvis cambia de registro, es hora de divertirse, de sacar de dentro esa alegría que sentimos. Se arranca con "Viva Las Vegas", invita a bailar a nuestros hijos y empezamos a dar saltos todos. Elvis es un showman de primera, pasamos unos momentos eufóricos y divertidos. Salimos así al exterior, revestidos de una luminosidad como la del cielo que nos espera.
Allí el fotógrafo nos retrata en una diminuta cabina llena de flores, nos graba nuestras últimas palabras, toda la ceremonia ha sido grabada, pero esa queda para nosotros.
Ya solos, nuestros hijos y nosotros, hablamos, nos reímos, nos hacemos decenas de fotos. Hasta nos olvidamos del conductor de la limusina que nos espera. Por fin se acerca y nos da la enhorabuena. Entramos al interior y charlamos, reímos, nos prometemos que, cuando hagamos cuarenta años, vendremos toda la familia, con sus parejas y sus hijos incluidos, a celebrarlo aquí, a Las Vegas o, tal vez, a Hawaii, o a Bali, o  no sé dónde, hoy todo es alegría y buenos deseos. 
Yo siento que quiero seguir siendo novio. A tu lado. Vivir en este estado de rejuvenecimiento. Sí, sentir que todavía somos jóvenes, más allá de lo que diga el carnet. ¡Vivan los novios, nos dicen! Y eso es lo que yo quiero: vivir muchos años a tu lado. ¡De novios forever!
Somos noviosProcuramos el momento más oscuro
Para hablarnos
Para darnos el más dulce de los besosRecordar de qué color son los cerezos...
Somos novios.

Unos momentos que nos grabaron nuestros hijos ante la puerta de entrada de la Capilla de Graceland, para este diario literario, cinéfilo y personal: