Entre las cintas que encontramos en el maletero de la casa de Sace, había algunas otras adicionales, más o menos deterioradas todas. Pero lo importante es el recuerdo.
Encontramos esta sobre uno de los días que recorríamos Galicia con nuestro coche, aquel Seat 131 Supermirafiori granate, que sale en este vídeo. Al que le teníamos un cariño como si fuera un guardián nuestro, un protector fiable y fiel de aquella pareja de recién casados que éramos nosotros, que paseaban su amor con esa alegría indescriptible de los comienzos. Qué poco sabíamos en aquellos momentos que tenía el pobre los días contados y que nos abandonaría en apenas dos o tres semanas. Pero esa es otra historia.
Aquellos días eran un tiempo luminoso y alegre. Lleno de complicidad y encanto. En los que tú paseabas con tu gorrito azul y con esa alegría íntima que siempre llevabas contigo y que permanece a mi lado treinta y cinco años después.
Ya no recordábamos estos momentos que muestra la cinta. Yo ni siquiera logro recordarlos ahora, después de verla. ¡Hubo tantos y tan buenos en aquel viaje! Pero sí que llevo muy dentro aquella luz que brillaba entre el verde de la campiña y el azul de las rías gallegas. Y, sobre todo, recuerdo la luz de tus ojos, de tu sonrisa,
Me acuerdo también de algunas anécdotas. Como la de aquel día que visitamos la isla de La Toja, atestada de gente por un congreso que había de no sé qué. La estuvimos paseando y viviendo hasta tarde, ya de noche tratamos de encontrar alojamiento en El Grove. Resultaba imposible. Estuvimos preguntando en hoteles, absolutamente nada, descendimos luego a hostales, imposible también, terminamos en pensiones, todo lleno. Al borde de la desesperación, en la última de estas nos ofrecieron por fin una habitación. Era muy tarde y estábamos agotados, así que nos alegramos como si nos hubiera tocado la lotería.
Subimos al primer piso por una escalera un tanto decrépita, pero la absoluta ruina la encontramos en nuestra habitación. Nada más abrir la puerta, te dije: "Discúlpame. Vámonos de aquí". "¿Dónde vamos a ir a estas horas?", me sonreíste, "apaga la luz y nos imaginamos que estamos en el Ritz". Y eso hicimos, puedo jurar que la imaginación hace milagros. Nos levantamos por la mañana descansados y hasta felices.
Apenas habíamos deshecho la maleta. Casi a oscuras, excepto un rayito de sol que entraba entre los cortinajes de la ventana, recogimos a base de tacto nuestras cosas y salimos de allí entre risas.
Al día siguiente después de dar muchas vueltas con el coche, descubrimos un hotelito familiar en un pueblo del interior, Caldas del Rey creo que era, a una media hora de la costa. Eso sí que fue la lotería. Lo habían abierto hacía poco y trabajaba allí toda la familia, se esmeraban en agradar a los clientes hasta decir basta. Y tenía un restaurante a base de productos típicos gallegos, para chuparse los dedos. Así que montamos allí nuestra sede central y desde allí nos desplazábamos cada día a un sitio. Volvíamos casi corriendo a cenar. Tenían un albariño que todavía no he olvidado y nos poníamos ciegos de marisco, particularmente unas ostras fresquísimas. Les prometimos volver. Cosas que se dicen de verdad en aquellos momentos, pero que luego la vida pasa y te lleva por otros derroteros...
Pero lo que más recuerdo, como decía arriba, era lo bien que lo pasábamos. Fueron unos días luminosos, divertidos y entrañables. Paseábamos nuestro amor con esa alegría desbordante que nos nacía de dentro. Y, siendo los dos, más bien tímidos y responsables, hacíamos mil pequeñas locuras cada día, como esta que ahora, al verla, no me sorprende. En aquellos días que vivíamos, claro. Aunque, de vez en cuando, también las hacemos todavía, ¿verdad?
Con el tiempo se me fueron olvidando los detalles de este viaje, como por ejemplo los de este vídeo, pero sí que se me quedó muy dentro ese paisaje luminoso que sigo viendo en tus ojos.
Muchos años más tarde, sin yo darme cuenta realmente, lo trasladé a mi primera novela, El día que fuimos dioses, en la historia de los protagonistas Eva Sanlúcar y Ferdinand, que se recorrían enamorados media España siguiendo las huellas de Antonio Machado. Y, ahora, estas cintas también me ayudarán a recrear los años ochenta y noventa, donde se narrará el amor de Germán y Clara, los protagonistas de la nueva entrega de la saga de El Sauce Curvo, que empezaré a escribir en cuanto termine el documental, espero que no más tarde del uno de junio. Al final, un escritor acaba convirtiéndolo todo en literatura.
Por ello, me alegra tanto haber recuperado algunas de estas cintas, tiene que haber más, probablemente junto al tomavistas que todavía no hemos encontrado.
Porque hay veces que no es necesario literaturizar, ni adornar con mayores efectos, el recuerdo nítido, real y hermoso de aquellos días inolvidables que pasé contigo, recorriéndonos Galicia, y que hoy vuelven a revivir ante nuestros ojos.
RECUERDO DE GALICIA (y 2): https://www.youtube.com/watch?v=0TuDBFnZsaI