viernes, 28 de junio de 2024

VUELTA AL HOGAR: MI NOVELA ME ESPERA

 


Hoy vuelvo de Sepúlveda, tras trámites varios y tediosos, pero necesarios, ante varios organismos oficiales. Siempre, un placer regresar a esta tierra, la de El día que fuimos dioses.



 

Ayer, en El Sauce; uno tuvo la ilusión de tener una pradera de césped junto a su casa y, claro, ahora hay que ir a cortarlo, menos mal que el riego es programado y automático. Uno se mete en demasiadas cosas. En fin. Todo sea por el Esplendor en la hierba, como aquella famosa película de Elia Kazan con Nathalie Wood.

Y, para compensar los aires roqueros del otro día, ¡a la zarzuela! ¡Ciclo estupendo en el Teatro Amaya! Uno no es de una cosa o de la otra, sino de una cosa y de la otra. Así, claro, por no quererse perder uno nada, uno se pierde de estar escribiendo, que es lo que más desea y mejor sabe hacer.

Aquí, vídeo que grabé en el concierto de Bruce Springsteen: 







Por fin, esta tarde, vuelvo a mi terraza y a mis petunias, a pensar en mis personajes y, luego, a encerrarme en mi despacho a escribir sus gozos y sus sombras. ¡Vamos a ello! 

     Ando por las 26000 palabras, un 25 por ciento aprox. No creo que me dé tiempo a tener un primer borrador antes de irme de vacaciones. Sobre todo, porque ya no es como antes, ahora conjugo literatura y vida, antes era, cuando comenzaba una novela, solo literatura+literatura. A ver cómo sale esta historia con la nueva alquimia.




martes, 25 de junio de 2024

BRUCE SPRINGSTEEN: LOS VIEJOS ROQUEROS NUNCA MUEREN.

 



     Miles, decenas de miles de personas, subíamos, no como cabras, sino en las escaleras mecánicas, Montjuic arriba, para ver, para escuchar el oráculo, como lo hacían en los tiempos bíblicos los judíos dirigiéndose al  sermón de la montaña, nos esperaba el viejo mensaje, tal vez el último en España, del viejo roquero, del Jefe, The Boss Bruce Springsteen.

     Con un par, nuestro hijos nos habían regalado dos entradas. "Y os vais a Barcelona, que para eso este año estáis celebrando vuestro 35 aniversario, léase, bodas de coral, de fin de semana marchoso, ya os regalaremos otro finde más romántico.Y, demás, a la pista, que sois todavía jóvenes (!)".

     Tuvimos suerte y dimos con el camino correcto para acceder por nuestra puerta al Estadio Olímpico, que no era fácil. Creo que, todavía algunos, medio fumados, están buscándola, dando vueltas y vueltas al estadio. Fuimos con una hora de anticipación. E hicimos bien. Te controlan y te cachean hasta aburrirte, e ir a los baños fue una odisea.

     Los chicos conservamos una de las pocas ventajas que nos quedan, orinar de pie. Así que habían dispuesto, en la mitad de la pista del estadio, como 100 muretes de plástico hasta la cintura, individuales, donde podías aliviarte, no te veían tus compañeros, eso sí, pero, todos los mirones de las gradas se lo pasaban bomba. Este escritor quisiera ser recodado, no por otras bondades, sino solo por la calidad de su escritura así que, un tanto pasmado, se resguardaba como podía. Había una señora a la entrada, dando gritos, tal vez un poco colocada, "Déjenme pasar, que me meo, que lo hago en el de los chicos, aunque sea de pie". A la pobre se la llevaron en volandas a los baños femeninos, no sé si inclusive mojando por doquier, y saltándose entera a la cola de las chicas, que aguardaban en centenares su turno en los urinarios a cubierto.

     Cuando vino mi mujer del baño ya casi estaba saliendo el Boss y eso que lo hizo con retraso. La gente respiraba camaradería y unas ganas sanas de pasárselo bien. Yo trataba de hacerme un selfie con mi chica. "Déjame que os haga yo la foto", se acercó una señora de unos cuarenta. A nuestro lado, había una pareja, más o menos de nuestra edad, que, posiblemente, celebraban también algo. Ella iba súper arreglada y bien vestida. Seguro que el regalo había sido una auténtica sorpresa para ella. Se apretujaba a su marido para disfrazarse un poco.



     Por fin salió el Jefe. Con su pelo blanco, más arrugas que una tienda de Adolfo Domínguez y la voz potente, con el poderío de siempre. Tan varonil como un leñador de Nebraska o un mecánico de coches de Nueva York. Yo era la primera vez que lo veía en directo, pero eran legendarias su entrega y su cercanía.

     Y de ellas derrochó el pasado sábado. Con esa alquimia, un repertorio largo y de calidad como pocos y una banda, la E Street Band, todos sus miembros tan vetustos como virtuosos, se conseguía la fórmula del éxito, de la rendición del público. Me recordó al Real Madrid: con su espíritu, y los mejores jugadores, no se le escapa nunca la Champions.



     Tuvo una primera parte marchosa, de sus temas más roqueros, para calentar al personal, se acercó a la pista delantera, donde están los fans más locos, y se dejó tocar por algunos de ellos, el que lo consiguió seguro que no se lava en semanas,  incluso cogió a un niño en brazos y cantó una estrofa con una adolescente.

     Cuando la noche ya nos envolvía a todos, bajo la capa de un cielo cubierto que amenazó lluvia todo el concierto, aunque al final no se atrevió, llegó la parte más íntima, él, su guitarra y su armónica, y poco más. Vinieron las canciones de Nebraska, de The River. La gente se empezó a emocionar, nos abrazábamos a nuestras parejas, hechizados por la noche y por su voz legendaria, nos besábamos, a la luz de la linterna de nuestros móviles que cerilleaban todo el estadio. Yo eché de menos algunos títulos: I´m on fire o Streets of Philadelphia, por ejemplo. O My own town. Pero tiene tantas y tan buenas, que la  posible oquedad de estas quedó eclipsada por otras de igual calidad y sentimiento. 

     Vino luego otra parte más anodina, todo muy calculado, la gente aprovechaba para ir a por otro vaso de cerveza o a los baños. La señora bien vestida vino de estos. Su marido le preguntó por el estado de los mismos: "¿Qué tal?", le dijo. "Pues, ya sabes, sin tocar nada", le contestó por toda explicación. A saber cómo lo hizo. Su marido le dijo con una sonrisa, en forma de piropo: "Si es que las mujeres sois unas artistas". La mujer me miraba, por si le había oído, roja como un tomate.














     Vino una parte luego con mucha calidad musical, donde cada miembro de la E Street Band virtuoseaba con su instrumento acompañando en una especie de dúo al Jefe. El saxofón languidecía de melancolía abrazándonos a todos, las trompetas subían y subían y nos llevaban al alto cielo, el piano martilleaba las notas, todo hondura y sentimiento, etc. La gente a nuestro alrededor bailaba, daba palmas, se besaba y abrazaba con su pareja. El marido de la bien vestida, solo decía una y otra vez: "Maravilloso, maravilloso" y se quedaba mirando al escenario y a las pantallas casi con los ojos en blanco.





     Tras casi tres horas de concierto y con el público rendido y entregado vinieron los bises: arrancó con su primer y quizás mayor éxito: Born in the USA, acabas como un perro que ha sido golpeado demasiado /... Yo nací en los Estado Unidos de América... La señora cuarentona que nos hizo la foto tenía una marcha increíble, y un cuerpo todavía de buen ver, empezó a bailar con un frenesí contagioso, a su lado, su marido, apenas un chisgarabís esmirriado y calvo, tal vez para que no se notara tanto el contraste, nos invitó a mi mujer y a mí. Así que montamos un grupo entre los cuatro, con más marcha que cuando éramos adolescentes. Rápidamente se nos unió otra pareja joven y acabamos todos agarrados en círculo y dando botes, cantando y gritando como si no hubiera mañana.

      Casi sin darnos respiro Bruce siguió con mi favorita: Dancing in the dark, me levanto por la noche/ y no tengo nada que decir / vengo a casa por la mañana/ me voy a la cama sintiendo de la misma manera/ ...Estoy cansado y aburrido conmigo mismo. / Hola, nena, me vendría bien un poco de ayuda... / No se puede encender un fuego sin una chispa, / incluso si  estamos bailando en la oscuridad...

     Sí, Bailando en la oscuridad es una canción para el cambio, para salir de la rutina y lanzarte a cosas nuevas, para pedirle ayuda a tu pareja y volver a sentir.... incluso bailando en la oscuridad. Y la oscuridad nos rodeaba, la música nos envolvía, y nos sentíamos rejuvenecer, con ganas de cambiar, con ganas de bailar... Todo merecía la pena, bajo el cielo encapotado. Sentíamos la fragilidad del ser humano, pero nos fortalecíamos con esa hermandad de voces, de bailes, de música, esa comunión con la gente nos hermanaba y nos hacía fuertes incluso bailando en la oscuridad... Solo por esos momentos había merecido la pena el concierto.

     Terminó Bruce con Glory days, los días de gloria pasarán por ti / días de gloria cuando esa chica te guiñaba el ojo... días de gloria, días de gloria.

     Se despidió la E Stret Band y todavía volvió Bruce con su guitarra y su armónica. No añadió nada a lo ya vivido, solo quiso despedirse así, como un poeta urbano,  sentimental y melancólico, tal vez se despedía de España para siempre. Había merecido mucho la pena.




     Salimos en silencio del estadio, todavía conmocionados por los sentimientos que habían aflorado durante aquellas tres horas mágicas e inolvidables. Íbamos en procesión como los costaleros en Sevilla, arrastrando los pies para no golpear al de delante, buscando las escaleras mecánicas para bajar Montjuic. Mi mujer me agarraba del brazo, íbamos muy juntitos, como unos colegiales. La gente empezó a hablar de cosas superficiales para sacarse de dentro tanta hondura. Mi mujer me dijo: "Me ha caído una gota". El de al lado miró al cielo y le dijo a Dios mismo: "Te has portado, maestro". Otro se rió. Se percibía un buen rollo entre nosotros. Nos fuimos desperdigando por la Gran Vía.

     Nosotros nos dirigimos a nuestro hotel. Estaba allí cerca. Era casi la una. Nos envolvía la noche, pero nos sentíamos descansados y jóvenes. Sí, más jóvenes. Bruce Springsteen tiene 74 años. Nos había dado un concierto de más de tres horas, sin dejar de cantar ni un solo tema y tocando la guitarra y bailando sin parar. Había conseguido sacar lo mejor, esa fuerza interior incansable, de nosotros mismos. Los viejos roqueros nunca mueren.

     Mi mujer y yo hemos acuñado un lema desde entonces. Si estamos cansados y vamos a quejarnos, nuestra pareja nos dice: "No lo hagas, Bruce no lo haría".




jueves, 20 de junio de 2024

CINCUENTA ANIVERSARIO

 




¡Qué placer tan grande reunirnos en Sigüenza los compañeros de internado de aquella entrañable promoción de COU 1973-1974! ¡Cincuenta años más tarde!

Hubo cerámica conmemorativa con el escudo del colegio, comida por todo lo alto en el restaurante La Finca del Obispo, que tiene una estrella Michelín por cierto, y, sobre todo, mucho cariño y nostalgia. Y recuerdos y anécdotas mil.

Rescato algunas fotos de mi pandilla de entonces, de seis, acudimos cuatro. ¡No está mal después de tanto tiempo! Damián se marchó pronto y no aparece en la foto actual, en que figuramos solo tres.

Y un mérito enorme de nuestro capitán, el también escritor, Gabriel Catalán, inasequible al desaliento de perseguirnos una y otra vez hasta que le damos el sí a nuestra asistencia. Ya llevamos dieciséis años, dos veces por cada uno, una en Sigüenza y la otra en Madrid.

Ojalá sigamos celebrándolo muchos años más. Sin faltar ninguno. Ya hemos perdido a unos cuantos compañeros y a casi todos los profesores, que se quedaron en el camino, D.E.P.

¡Viva la SAFA! Y, sobre todo, ¡VIVA LA AMISTAD!


Lejos del Sauce Curvo: una novela ambientada en un internado de Sigüenza de aquella época: amzn.to/3EweRMr







domingo, 16 de junio de 2024

ABSOLUTAMENTE

 


13

 

Absolutamente

 

Aunque haya oro y riquezas esperándome

o me presenten los amigos

a las mujeres más hermosas.

Ya sabes que yo siempre 

me quedaré contigo.

Que para mí serás,

eternamente,

 la reina más valiosa

 

Y no habrá nada,

ni nadie,

que nunca nos separe.

Porque siempre serás

mi dios,

mi todo.


El amor de mi vida,
que reinará,

absolutamente,

sobre todas

las cosas.



Dedicado a mi buena amiga, gran lectora, antigua librera y excelente fotógrafa, Conchy Alfonso Puertas.  Por los años de amistad que llevamos y porque es el poema que más le gusta de "Treinta y cinco gramos de oro", el poema trece. Ahí, va, querida Conchy. Un placer compartir contigo y tu marido, y tantos compañeros entrañables, tarde en La Finca del Obispo de Sigüenza, el pasado sábado.


Y para los lectores: si no te gusta la poesía, prueba con este libro de poesía sencilla y auténtica dedicado al amor en las relaciones largas: https://shorturl.at/nsxDY


viernes, 14 de junio de 2024

NOVIOS

 

 

Hoy estoy contento. Mi novela, Regreso al Sauce Curvo, marcha. Ya llevo 8295 palabras, casi un diez por ciento del total, y los dos primeros capítulos terminados. Me encuentro a gusto con ellos.

 

Hoy he escrito de cuando Clara y Germán se conocieron y se hicieron novios. Esa época tan ilusionante, tan bonita. Yo también lo fui. Qué digo, lo soy en estos momentos.

 

Nos faltan, exactamente, cuarenta y ocho días para casarnos de nuevo. Y andamos, debiéramos andar, mejor dicho, con los preparativos, trajes, etc. Cómo se nota que ya no tenemos nervios. Y los invitados, que serán nuestros dos hijos, no nos preocupan en absoluto. De hecho, son los culpables de que ello vaya a ocurrir, aunque tú no las tengas todas contigo, y creas que todo es cosa mía.

 

Me encanta revivir aquella época, en mi novela, y ahora también, con motivo de este viaje. Lo importante no son los eventos en sí, sino la preparación de los mismos. Yo llevo varios meses trabajando para ello. Para ti. Treinta y cinco gramos de oro, salió en nuestro treinta y cinco aniversario. Ahora pienso añadirle una coda, un epílogo, con los textos que escribí para cada uno de los cuatro vídeos que he estado editando de aquel año mágico de 1989, se llamará Treinta y cinco momentos dorados. He reunido también en una sola película las cuatro que recuperamos en nuestro maletero de Sace, quitando algunas imágenes más personales, claro: https://youtu.be/ITSoYPyBrA0.

 

Sí, estoy reviviendo aquellos tiempos de nuevo. La literatura y el cine, mis dos actividades públicas, me han ayudado a ello. Ahora, en el presente, es tiempo de volver a ser novios. Dicen que los viejos roqueros nunca mueren. Lo digo, porque allí iremos, a Barcelona, a ver al Jefe, a Bruce Springsteen. Nuestros hijos, con un par, nos han regalado dos entradas para su concierto del día 23. ¡Y en pista! 

 

No sé si aguantaremos dando saltos dos horas. Lo único que me tranquiliza es que creo que Bruce tiene unos 74. Y sus fans no le irán a la zaga. ¡Fíjate que hasta podríamos presumir de juventud! Es la monda.

 

Sí, me encanta cuando nos llamamos novios de nuevo. Ya sé que no es verdad. Afortunadamente. Pero yo lo disfruto igual. En el fondo, un escritor, ya lo sabes, solo piensa en su obra. Va literaturizando todo lo que le ocurre. Aunque solo sea, o, también, para que Clara y Germán brillen con luz propia en esta novela. Yo, cuando dejo de escribir, te invito a dar una vuelta, o a cenar, y te cojo de la mano como entonces. Y vamos así, como dos novietes. Eso es lo importante. 

 

Y te veo tan guapa como entonces, o más.  Y le doy gracias a la literatura porque, además de ello, puedo escribirlo, vivirlo de nuevo, sí, escribirlo y publicarlo a los cuatro vientos.

 

Y encontrar tu sonrisa otra vez, aunque siempre la he tenido cerca. Pero me encanta que te vistas con ella, con ese traje de novia que es el que más me gusta que te pongas, el que ha llenado mi vida entera durante los últimos treinta y cinco años. Y que quiero y espero siga iluminándola por siempre jamás.

martes, 11 de junio de 2024

ESCRIBIENDO

 

Me gusta esta labor de creación que, a veces, es de recreación. De disfrutar de lo que hago. Otras, me inunda la pereza, sobre todo al arrancar.

Me estimulo con música. Con la música soy anárquico, como con las lecturas. ¡Ya he sido tan disciplinado el resto de mi vida! Oigo una canción que me gusta, en el mercado, en una cafetería, mientras espero una serie en Movistar... Sé en unos compases si va a significar algo para mí. Entonces cojo el Shazam del móvil y la capto.

En estos días, y de esta forma, descubro a Cerati. Cuando escuché "Té para tres" creía que era alguien novedoso que irrumpía con estruendo en el panorama musical en español. Me impactó, me quedé sobrecogido. Así que quise saber algo más de él. Descubro que ha sido una de las leyendas del rock y del jazz de Argentina de todos los tiempos. Desapareció hace como unos diez años. ¡Qué gigante, por Dios! ¡Qué suerte haberlo descubierto!


Las tazas sobre el mantel

la lluvia derramada

un poco de miel

un poco de miel

no basta


El eclipse no fue parcial

y cegó nuestras miradas

te vi que llorabas

te vi que llorabas

por eeeeél...


Té para tres.


Cuando ya tengo los sentimientos a flor de piel, agarro mi novela "Regreso al Sauce Curvo". Esta vez no me impongo plazos para terminarla. Sé que rompo uno de mis principios, que es: tienes que escribir todos los días, domingos y días de fiesta incluidos, para que los personajes te inunden, para que te obsesiones tanto con la historia que la sueñes, la sufras, la llores, la disfrutes..., tanto que sea la única cosa que ocupe tu cabeza. Dicen que así tus neuronas buscan conexiones entre ellas, en tu subconsciente, que ni tu mismo aprecias y el resultado es algo íntimo y diferente, único, diferencial, ya digo, de los demás.

Pero yo tengo ya demasiados años, y demasiado oficio. Y estoy tan currado ya, que ahora escribo solo cuando me apetece, aunque, para  mi castigo, me apetezca todos los días. Pero si tengo que ayudar a mi familia o a algunos amigos especiales, lo dejo todo. Antes eso era imposible. Estaba secuestrado por mi obra y solo a que tengo una mujer, todo paciencia conmigo, le debo no haberla perdido, no haberme perdido entre los recovecos de la literatura.

Escribir, escribir... como Sísifo llevando su piedra cuesta arriba. Para volver a caer y levantarte una vez más. Escribir es como hacer rayas en el mar. Como pintar con tinta blanca en el yeso de la pared. Qué importa. De alguna manera hay que pasar la tarde. O la vida entera. Solo es cumplir con tu destino. Como otros construyen puentes. O se tumban en la playa, tripa arriba, y se quedan dormidos durante horas y horas. Y despiertan rojos como un tomate. Como yo me voy a la cama lleno de alucinaciones.

Por eso escribimos para los lectores, claro que sí, pero, sobre todo, para nosotros mismos. Como cantaba Cerati "Té para tres" o pintaba Velázquez el cielo madrileño. Así que vamos allá, cumplamos con nuestro destino. Ya llevo 4500 palabras, solo me quedan 85500. Qué es eso para la cantidad de veces que respiramos al día. ¡Y no nos cansamos ni aburrimos jamás! Vivimos así, gracias a hacerlo. El día que no podamos, ¡se acabó!


Ah, el link para disfrutar a Cerati: https://www.youtube.com/watch?v=3rNpX0eVSEw

lunes, 10 de junio de 2024

DIARIO DE UNA AMBICIÓN (A LA BÚSQUEDA DE LOS MARES DEL SUR)

 





¡Quién nos lo iba a decir! Cuando, hace once años, nos pedías que te lleváramos a Jerez de los Caballeros, el pueblo donde nació Vasco Núñez de Balboa, porque  le ibas a hacer un homenaje, ¡a su ambición, a sus sueños!

Y ganarte, por supuesto, una plaza en aquella competida y dificilísima Ruta Quetzal por la Selva del Darién, para alcanzar el Océano Pacífico, siguiendo las huellas de Vasco.

Sí, quién nos lo iba a decir. Hoy descuentas, descontamos, días, para que te embarques en otra aventura, en otra ambición. Conseguir tu MBA en la London Business School, perseguir convertirte en un financiero mayor, prepararte para elevar tu nivel y ser capaz de gestionar situaciones complejas y difíciles donde solo llegan unos pocos.

Sientes el vértigo estos días. ¡Quién no! ¡Siempre cuesta salir de la zona de confort! ¡Pero has peleado tanto por esto!

Viviremos a tope estos cincuenta días que te quedan con nosotros. Aunque luego hablaremos y nos veremos siempre que quieras.

Nos hemos acordado de este libro que escribiste, en el que colaboramos todos, y que tú protagonizaste en su creación y allá en la lejana e insondable Selva del Darién.

Un placer haber colaborado ahora en editarlo y publicarlo. ¡A mí me has ayudado tantas veces con los book trailers y con los vídeos que te lo debía, y no termino de pagarlo con ello! 

Me gusta este título, Diario de una ambición (A la búsqueda de los Mares del Sur), para ti en estos momentos. Y me gusta el texto que hay dentro. 

Sabemos que lo conseguirás. Y que, en la lluviosa Londres, forjarás una personalidad llena de conocimientos, empuje y responsabilidad.  Y también que sabrás aprovechar esta experiencia a tope, como joven que eres.

¡Buena suerte, soñador! ¡Sabemos que la tendrás, ya te encargarás tú, como siempre, de buscarla y atraerla hacia ti!

Nosotros, tu familia, estaremos a tu lado siempre, ya empezamos a considerar Londres como el sitio más atractivo del mundo para viajar...

 ¡Vamos a aprovechar este mes y medio juntos, que coronaremos con nuestro viaje familiar por esa Costa Oeste Americana que nos espera: Los Ángeles, Hollywood, San Francisco, Las Vegas, El Cañón del Colorado!... ¡y tantos otros sitios que descubriremos! 

Y, luego, empieza tu aventura.¡Vamos a por ello, campeón!

¡Y disfruta de tu libro!

¡Ya sabes cuánto te queremos!



En Amazon: https://t.ly/klo9y

miércoles, 5 de junio de 2024

EMPIEZO "REGRESO AL SAUCE CURVO"

 

Voy con retraso. Había planificado empezar el día uno. Y ya estamos a cinco. El documental está prácticamente terminado, aparte de algunos recortes para corregir el exceso de metraje, estamos en algo más de una hora y queremos dejarlo en cincuenta minutos. Pero me ha ocupado algo más de la cuenta.

Y, luego, la pereza de empezar. A veces me digo que soy muy exigente conmigo mismo. Qué necesidad tengo yo de estresarme con los plazos que yo mismo, sin que nadie me lo pida, me pongo.  Sé que el mundo funcionaría igual sin mis escritos y mi familia estaría más contenta conmigo, pero algo dentro de mí me empuja a escribir y a escribir.

Pero, cada vez más, siento la pereza que me empuja a una vida más tranquila. Debe ser la edad y sus mensajes. Pero, me digo, no aquí y ahora, no esta vez. Y, en un arranque, antes de que se me nuble la cabeza con cosas placenteras como la vagancia, arremeto con mi nueva novela: Regreso al Sauce Curvo. Hoy me informa Amazon que su predecesora, Lejos del Sauce Curvo es el libro más regalado en su género. Seguro que la regalan a sus padres, o a sus hijos, vete tú a saber. Los escritores no tenemos ni p. idea de quién nos lee. Y mucho menos por qué.

A mí me da igual. Escribo para mí. Una vez que arranco siento el placer, la energía, de otras veces. La fuerza de mi destino. Ya nada ni nadie me parará. ¡Suerte y salud para llevarla a buen termino! Ahí van las primeras líneas, todavía calientes, todavía sin corregir, todo primicia.


 

FRANCISCO RODRÍGUEZ TEJEDOR

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REGRESO AL SAUCE CURVO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NUEVO LIBRO EDITORIAL

 

 

 

 

 

 

 

1.- HUBO UN INCENDIO

 

     Oigo una voz que rasga mis sueños. Siento unas manos que sacuden mi cuerpo. 

     –¡Germán! ¡Germán! ¡Despierta, estamos ardiendo!

     Abro los ojos. Hay un gran resplandor que ilumina la terraza de nuestra habitación. Que rompe la paz de la noche. 

     Clara, en camisón, tiene el rostro desfigurado. Enrojecido. Presa del pavor que se ha instalado en sus ojos.

     Estoy aturdido. No sé qué decir. Siempre me ha costado despertarme. Por un momento pienso que todo es un sueño. Cierro los ojos y me dispongo a tumbarme de nuevo.

     –¡Germán, por Dios! ¡Tenemos que salir de aquí! –tira de mí fuera de la cama. Clara tiene una fuerza desmedida, eso me hace reaccionar por fin.

     Me incorporo. La puerta cerrada de nuestra habitación irradia bajo la misma una claridad amarilla heridora y agresiva. Temblorosa, también. El humo entra en nuestro dormitorio por las rendijas de la puerta.

     Estoy pasmado. No sé qué hacer.  Clara tira más fuerte de mí. Hasta que me pongo en pie.

     Nuestro dormitorio da a una terraza grande a través de unas correderas de cristal. La terraza se ilumina cada vez más. Clara descorre una de las puertas y tira de mí hacia fuera.

    Yo no quiero salir. Me dan miedo las llamas que intuyo cerca de nuestra terraza. Estoy aterrorizado. Miro a la puerta de nuestro dormitorio y ya está siendo pasto de las llamas.

    No me queda otra. Tengo que salir. Clara me abraza. Salimos los dos así abrazados e indefensos.

    La terraza es espaciosa. Unos quince metros cuadrados. Menos mal que apenas tenemos muebles en ella, una mesa redonda de cristal y dos sillas metálicas. Las llamas que salen por la ventana de la habitación de al lado no han podido prender nada en ella.

    Nos acurrucamos en el rincón opuesto a las llamas. La habitación de al lado es como un dragón escupiendo fuego. Lo que pasa es que no nos ha visto. Y no gira su cabeza para abrasarnos. 

    Clara se tranquiliza. Lo noto porque afloja su abrazo y luego me acaricia suave la espalda.

    –¡Germán! No tengas miedo. ¡Aquí estamos a salvo! ¡Pronto nos sacarán de aquí!

    Yo no la contesto, me quedo absorto mirando las llamas. Siempre me ha atraído el fuego. Mientras Clara me acaricia con cariño, yo miro la lumbre de la cocina de El Sauce, cuando era niño.  Nos sentábamos en corro junto a ella. Extendíamos las manos hacia esta para calentarnos y luego yo llevaba las mías hacia Morito y le acariciaba la espalda, tal vez como hace ahora Clara conmigo, mientras se oían unos truenos aterradores, como si se acabara el mundo, pero Morito no se inmutaba y ronroneaba cariñoso ante mis mimos.

     Entonces, mi abuela Guillermina, dicen que los viejos sienten más el frío, se levantaba, daba la vuelta a su silla y se sentaba de espaldas al fuego de la lumbre.

     –Estas lumbres solo calientan por delante. Germán, ¿quieres que te cuente un cuento de los de antes?

     Yo, no sé por qué, me quedo mirando a nuestra mesa de la terraza y a sus dos sillas solitarias. Las llamas de la habitación de al lado salen por la ventana, lenguas de dragón, como creo que ya he dicho, pero no nos alcanzan, solo el respaldo de una de las sillas empieza a enrojecer. En esta mesita, Clara y yo nos sentábamos muchas noches de buen tiempo y, junto a dos tazas de leche humeantes, hablábamos y hablábamos bajo las estrellas, yo no me acuerdo de qué, a veces me falla la memoria, más de lo que me suele fallar normalmente, digo, y no me acuerdo de nada, pero, luego, nos íbamos a la cama y yo dormía mejor que nunca. De eso sí que me acuerdo.

     De repente, suena una sirena. Y otra. Varias, casi seguidas. Delante va un coche de la policía, detrás, los bomberos con su camión que, desde aquí arriba, parece más pequeño. No tanto como con los que jugábamos Jesulín y yo de niños, en las calles de de El Sauce, aquellos vehículos de plástico amarillo y ruedas negras, pero casi.

     Clara se tranquiliza todavía más. Y se alegra. Me suelta y corre hacia la barandilla. Comienza a girar los brazos, haciendo aspas, como los molinos de Don Quijote, no sé por qué me acuerdo ahora de Don Quijote y de lo que decía mi abuela Guillermina de él: “Ese estaba como una chota”.

     –¡Aquí, aquí! –grita Clara, mientras los coches aparcan y sale un montón de gente de ellos y entran en nuestra urba a la carrera.

     Clara se vuelve y me mira, llena de alegría.

     Pero yo me he quedado triste pensando en don Quijote. A mí, de niño, también me parecía que estaba como un cencerro, pero, ahora, no sé por qué, le tengo un cariño enorme. Y una empatía sin igual. Me duele que la gente se riera de él. Que nadie supiera meterse en su mundo, en su cabeza. 

     De repente, no es don Quijote, soy yo mismo el que me veo allí, en pijama, sin saber lo que pasa. Y me tengo una gran pena a mí mismo. Tanta que me pongo a llorar desconsoladamente.

     Clara me abraza como solo ella sabe hacerlo.

     –Germán, ya pasó, mi amor! ¡Ya pasó, tranquilo, yo estoy aquí!

     



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RECUERDO DE ITALIA

 


 

Veo la cinta de aquel tour por Italia, la segunda parte de nuestro viaje de luna de miel, y no dejo de pensar en que fue un viaje especial e irrepetible. Vamos, a pocos novios les habrá surgido uno así.

 

Recibimos una llamada de la agencia en nuestro hotel de Canarias. Nos venían a decir que el viaje que habíamos contratado, un tour selecto de dos semanas por toda Italia, con buenos hoteles, excursiones interesantes y mucho tiempo libre no iba a salir. Que si nos importaba cambiarlo por otro por Suiza y Austria, también de dos semanas y, en sus palabras, todavía mejor que el de Italia.

 

Nosotros, a más de dos mil kilómetros de distancia, qué íbamos a decir, crucé una mirada contigo y aceptamos, faltaban dos o tres días para nuestro regreso a Madrid, el viaje saldría cuarenta y ocho horas más tarde.

 

El último día nos volvió a llamar la agencia. El viaje a Italia era un viaje con salida garantizada y otra pareja de recién casados, el hombre era un gran experto en la historia y el arte italianos y no aceptaba no poder explicárselos a su mujer, exigía que se realizase. Nos ofrecían todos los servicios del viaje organizado solo para nosotros cuatro, los únicos que, al final, nos habíamos apuntado. Nos miramos de nuevo y, como lo único que queríamos era seguir viajando juntos los dos, nos daba igual dónde y cómo, les dimos el sí.

 

Así que fuimos con un guía acompañándonos desde Madrid y a este se añadía otro, el de la ciudad que visitábamos y, a veces, un tercero, especialista en lo que íbamos a ver. La monda.

 

En vez de autobús, cuando arribamos a Milán el guía alquiló un Mercedes espacioso y en él nos recorrimos toda Italia: Milán, Verona, Padua, Venecia, Módena, Parma,  Génova, Pisa, Florencia, Rávena, Siena, Roma, El Vaticano, San Marino, la isla de Capri y Nápoles. En la cinta veo que solo aparecen: Venecia, San Marino, Florencia, El Vaticano, Roma y la Isla de Capri.

 

Al principio, en nuestro tiempo libre, cada pareja de novios quería disfrutarlo a solas, pero, tras unos cinco o seis días acabamos compartiéndolo todo. Incluso acabamos añadiendo al guía a nuestras comidas y cenas, nos daba pena verlo comer solo y marginado lejos de nosotros.

 

Te recuerdo, bellísima y abrazada a mí, para mitigar el viento y la humedad, cuando cogíamos los vaporettos de noche, esos autobuses flotantes de Venecia. Y el aleteo de las palomas que se nos acercaban en la Plaza de San Marcos.

 

San Marino es un rincón entrañable situado en las faldas y en la cumbre del Monte Titanio. Allí pernoctamos en el Grand Hotel, nuestra habitación tenía una vista espectacular sobre la cadena de montañas verdes que lo rodean, la recuerdo como la más hermosa que yo había contemplado nunca, tal vez era solo la gran dicha que sentía por dentro. Me hiciste una foto en la cumbre del Titanio, que es la que más le gusta de las mías a nuestra hija y que conserva en un cuadro grande en su cuarto. Por algo será.





 

Allí te grabé, en la terraza de nuestra habitación, rebosando esa alegría que tienes, y que a mí me encanta. Llevabas el pelo medio rizado que te hacía más niña. Aunque a ti no te gustaba. El pelo rizado, con un rizo pequeño y ensortijado, casi africano, es uno de tus secretos para las personas que no te conocen desde pequeña. Yo mismo no pude vértelo al natural hasta pasados una docena de años de casados, o más. Te lo dejaste una vez porque te insistí muchísimo. Te dije, al verte por fin con él, que me encantaba. Pareció que te quedabas tranquila, pero, al día siguiente, te oí con el secador en el baño y apareciste con la melena lisa, como siempre. Sin embargo, no pudiste evitar traspasar tus rizos a nuestros hijos, que tienen el pelo igual que tú, aunque tú no nos lo muestres nunca.

 

Eres la mujer menos presumida que he conocido, y eso que tendrías muchos motivos para serlo. Te gusta, en cambio, ser sencilla, austera, cercana y cariñosa. Pero ser coqueta es otra cosa. Y el pelo es para ti muy importante. Tampoco te ponías por aquella época pantalones. Y muy pocas veces ropa demasiado informal. “Me gusta ir femenina y bien vestida”, me decías.

 

Te veo en la cinta llena de vivacidad, de esa expresividad y alegría que tienes que me enamora. Incrementadas por la velocidad que llevaba el viejo tomavistas en aquel viaje. Tenía el pobre una palanquita para seleccionar los fotogramas por segundo y, quizás, al sacarlo alguna vez de su funda, se movió y el resultado fue ese meneete que tenemos en algunas escenas y que añade unas gotas de humor divertidas al recuerdo de aquellos días.

 

Florencia nos emocionó, como la joya única que es, recuerdo nuestros paseos por sus callejas haciéndonos fotos y, en Roma, nos sorprendió la grandiosidad del Vaticano, de la plaza y de la catedral de San Pedro. Subimos a la cúpula de ésta desde donde hay unas vistas de Roma espectaculares.

 

Tuvimos la suerte de poder asistir a una misa del Papa, Juan Pablo II oficiaba entonces, con el ceremonial de las grandes ocasiones. Ahora me acuerdo que solicitamos la Bendición Apostólica del Pontífice y que nos la remitieron, no sé si con la firma del Papa o de su Secretario, pasadas unas semanas. Pero, como tantas otras cosas, vete tú a saber dónde estará. En casa no tiramos nada. Primero llenamos los armarios, luego, las cosas de uso menos frecuente acaban en el trastero. En éste solemos hacer sitio a las nuevas, trasladando las anteriores al trastero de la casa de Sace. Mejor dicho, a los trasteros: tenemos tres, cada uno más trastero que el anterior. El último es un habitáculo enorme en un inmueble auxiliar. Aquello parece Alepo.

 

Así que, generalmente, no encontramos las cosas, sino que nos encuentran ellas a nosotros, como ocurrió con estas cintas.

 

En la Isla de Capri, cerca de Nápoles, nos sacamos la espina de no subir al Teide. Nos echamos la manta a la cabeza y, acompañados por nuestra pareja de amigos, descendimos del barco en el que íbamos a una chalupa no más grande que una barca de remos. Fue una gran aventura.

 

Para empezar, tuvimos que bajar, en mar abierto, desde el barco a la chalupa, donde nos esperaba el guía, por una escalera de cuerda.  Hasta llegar a la Cueva de los Azules navegamos, es un decir, en aquella palangana, que se balanceaba como si estuviera ebria. Y, al llegar a la entrada de la cueva, mejor sería decir la caverna, nos explicó el guía que estaba muy alta la marea y que nos tendríamos que tumbar unos sobre otros, para poder pasar por el estrecho agujero de acceso. Vimos atada una pequeña barca a la entrada y el guía nos explicó que era un aviso para que no entráramos todavía, dado que la cueva era muy pequeña, salía un barquita y entraba otra.  Yo recuerdo que grabé los alrededores, como si me estuviera despidiendo del mundo y diera pistas a éste de dónde nos encontrábamos.

 

El interior de la cueva de los Azules, o Gruta Azul, lo compensó todo. Entraba una luz desde las profundidades que atravesaba las aguas y se reflejaba en el techo. Aquel pequeño reducto se convertía en algo mágico, que nos envolvía, que nos hacía a nosotros mágicos también. Dotando a aquel amor, que estrenaba vida juntos, de un colorido, de una ilusión, que nosotros, en nuestro interior, nos jurábamos que siempre se mantendría.

 

Cuando regresábamos te dije, ya en al aeropuerto, “qué pena que se termine este viaje, ¿verdad?”. “Pues yo ya tengo ganas de que empiece el nuestro, el de verdad, en nuestra casa, que hemos amueblado con tanto cariño, ¿no crees?”.

 

Y ese viaje nos ha traído, treinta y cinco años más tarde, hasta aquí. 

 

Cuando digitalizamos estas cintas, te pregunté: “qué jóvenes éramos y qué ilusionados nos mostrábamos, ¿te gustaba más aquella época?”. “No, nuestro amor ahora es mucho más consolidado, y ha dado sus frutos. Aquella época la llevamos también con nosotros, aunque no la recordáramos. Pero nos ha traído hasta aquí”.

 

Sí, pienso yo ahora, mientras edito nuestros recuerdos en Italia y los ilumino con una música alegre, como eres tú: somos lo que un día fuimos, somos el camino que hemos andado. Y el presente fugaz.  Somos también nuestras ilusiones, nuestros deseos del tiempo que vendrá. Nada me gustaría más que nuestro camino juntos fuera largo y, sobre todo, en lo que se puede en este mundo, inmensamente feliz.

 

Recuerdo de Italia 35 aniv.: el amor estaba en el aire que respirábamos, en cualquier cosa que tocábamos, en ti y en mí... Ahora, gracias a Dios, todavía sigue muy presente en nuestra vida . https://youtu.be/PKm-j0Wf0sQ