Hoy vuelvo de Sepúlveda, tras trámites varios y tediosos, pero necesarios, ante varios organismos oficiales. Siempre, un placer regresar a esta tierra, la de El día que fuimos dioses.
Ayer, en El Sauce; uno tuvo la ilusión de tener una pradera de césped junto a su casa y, claro, ahora hay que ir a cortarlo, menos mal que el riego es programado y automático. Uno se mete en demasiadas cosas. En fin. Todo sea por el Esplendor en la hierba, como aquella famosa película de Elia Kazan con Nathalie Wood.
Y, para compensar los aires roqueros del otro día, ¡a la zarzuela! ¡Ciclo estupendo en el Teatro Amaya! Uno no es de una cosa o de la otra, sino de una cosa y de la otra. Así, claro, por no quererse perder uno nada, uno se pierde de estar escribiendo, que es lo que más desea y mejor sabe hacer.
Aquí, vídeo que grabé en el concierto de Bruce Springsteen:
Por fin, esta tarde, vuelvo a mi terraza y a mis petunias, a pensar en mis personajes y, luego, a encerrarme en mi despacho a escribir sus gozos y sus sombras. ¡Vamos a ello!
Ando por las 26000 palabras, un 25 por ciento aprox. No creo que me dé tiempo a tener un primer borrador antes de irme de vacaciones. Sobre todo, porque ya no es como antes, ahora conjugo literatura y vida, antes era, cuando comenzaba una novela, solo literatura+literatura. A ver cómo sale esta historia con la nueva alquimia.